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martes, 23 de abril de 2013

Capítulo 3: ¡Adjudicado!




El resplandor del sol se filtraba tímidamente entre las nubes blancas, que parecían esponjosos trozos de algodón surcando el cielo. Lali agachó la cabeza y caminó a paso rápido por el camino pedregoso frente a ella, escuchando malhumorada los continuos suspiros de su compañero.

 —¿Puedes dejar de hacer eso? —exigió, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón vaquero.

 —¿Dejar de hacer qué? —le preguntó Peter con fingida inocencia.

 —Resoplar, bufar, suspirar…

 La miró de reojo.

 —¿Acaso en América está prohibido hacerlo? —Emitió un chasquido de fastidio casi imperceptible—. Para que luego digan que Estados Unidos es la tierra de la libertad. Ni respirar se permite.

 Lali le miró asqueada y reanudó la marcha.

 —No está prohibido, pero a mí me molesta.

 Peter rió con ganas.

 —Me molesta esto… me molesta lo otro… —la imitó—. A mí en realidad me molesta tu cara y no me quejo.

 —¡Oh, usted perdone, Rey de la Belleza, olvidaba que eres el hermano gemelo de Brad Pitt! —replicó irónica y poniendo los ojos en blanco.

 —Gracias por el halago —respondió Peter con un deje de satisfacción.

 Lali se cruzó de brazos consternada.

 —¡Era una broma, no iba en serio! —Agitó las manos en alto para dar énfasis a sus palabras.

 Él sacudió la cabeza de un lado a otro, negando.

 —Ahora no intentes arreglarlo —le aconsejó—. Has admitido que soy atractivo y punto. No te sientas culpable por ello —añadió guiñándole un ojo.

 Lali se llevó las manos a la cara y se frotó la frente totalmente desesperada. Gimoteó, pataleando en el suelo.

 —¡Dios mío, esto es una pesadilla! —exclamó apenada.

 Peter sonrió con más ganas que nunca.

 —Y eso que solo acaba de empezar… —le recordó, haciendo hincapié en el asunto.

 —¡Cállate! —gritó ella, nerviosa.

 Peter simuló cerrar la boca con una cremallera invisible y lanzar la inexistente llave hacia el prado de al lado. Después respiró hondo, cerró los ojos con placer tras llenar los pulmones de aire y lo soltó todo de golpe.

 —¿No te parece que es hora de regresar a casa? —preguntó la chica pasados diez minutos.

 Él la miró feliz, pero no dijo nada.

 —¡Contéstame! —exigió furiosa.

 Peter se señaló los labios sellados, divertido al conseguir que su compañera estuviese a punto de entrar en un peligroso estado rayano en la histeria. Ella se cruzó de brazos, medio riendo más de pena que de alegría.

 —Tú estás fatal, eres un enfermo —le dijo—, pero tranquilo, yo te ayudaré a hablar.

 Se dibujó una mueca de horror en el rostro de Peter cuando Lali le pisó el pie decidida, dejándose caer sobre el pulcro zapato del joven inglés. Él no pudo evitar gritar y la empujó lanzándola lejos.

 —Pero ¿qué haces, estúpida? —chilló—. ¡Me has ensuciado el zapato!

 Lali se mostró satisfecha.

 —¡Dame un pañuelo ahora mismo! —exigió con un tono autoritario.

 Ella negó lentamente con la cabeza, saboreando el momento.

 —No llevo nada encima —le informó. Sus pupilas, brillantes de emoción, se agrandaban conforme el rostro de Peter se ponía más y más rojo.

 —Vale, volvamos ahora mismo a la casa embrujada —indicó él, cambiando de dirección.

 —¿Cómo que la casa embrujada?

 Peter resopló sin dejar de mirar su zapato sucio mientras caminaban.

 —Ya me dirás con qué nombre quieres que la bautice, teniendo en cuenta los elementos que se encuentran dentro de ella.

 —¿Podrías hablar como una persona normal?

 —Ya…, entiendo que mi vocabulario te deslumbre, acostumbrada a vivir en la más absoluta vulgaridad —opinó mientras se colocaba con esmero el cuello de la chaqueta—. Me refería a tu hermano… ¿de dónde lo habéis sacado? ¿Participa como voluntario en alguna investigación científica? Porque, de no ser así, me resulta imposible adivinar de dónde sale ese individuo.

 Lali abrió mucho la boca, sorprendida y enfadada al mismo tiempo. Aceleró el paso, controlándose para no pisarle el otro zapato.

 —¿Qué tiene de raro Vico? —preguntó—. ¡Solo es un poco hippie!

 Peter rió a carcajada limpia.

 —Yo pensaba que los hippies eran pacifistas —dijo a modo de reflexión en voz alta—. Y me extraña que tu hermano lo sea. No sé si te has fijado, pero su pelo podría sustituir perfectamente a la más potente de todas las bombas atómicas —musitó rascándose el mentón con parsimonia—. ¿Te has parado alguna vez a observar sus rastas al detalle? Tengo la seguridad de que albergan nuevas partículas celulares jamás descubiertas por el hombre…

 Lali se llevó una mano a la boca intentando no reír o, al menos, procurando que él no la viese hacerlo. Porque si se paraba a pensarlo el hecho de que un extraño insultase a su hermano no tenía la más mínima gracia.

 —Tú también podrías participar en algún experimento científico —contraatacó—. En uno titulado: «Los doctores descubren que los monos superan la capacidad cerebral de ciertos humanos». Eres el sujeto perfecto.

 Peter se disponía a contestar el último comentario de Lali cuando oyó un extraño ruido en la cuneta. Se giró sobresaltado.

 —¿Qué ha sido eso? —preguntó señalando la maleza.

 —¿Un oso, un lobo, un tigre…? —Lali sonrió con ganas—. ¿Qué pasa, tienes miedo?

 Peter le dirigió una mirada sombría.

 —Tranquila, después de haberos conocido a ti y al resto de tu familia ya no tengo capacidad para temer nada más —dijo—. Con el día de hoy ha sido más que suficiente.

 Lali le ignoró y se acercó hasta los matorrales; Peter la siguió con cautela. Observó cómo ella apartaba algunas hierbas y gritaba eufórica.

 —¡Aaah!

 —¿Qué, qué pasa? —Él dio un salto hacia atrás con el corazón a mil por hora.

 —¡Es monísimo! —exclamó—. ¡Ven, ven aquí, bonito, ven aquí! ¡Oh, míralo, es adorable!

 Peter parpadeó confundido. Se puso al lado de Lali y bajó la mirada hasta encontrar a un perro pulgoso que se rebozaba en un charco de barro que se había acumulado detrás de los arbustos.

 —¡Has encontrado a tu novio! —exclamó entre risas. Después, cogiendo del brazo a la muchacha, la obligó a girarse—. ¡Tápate los ojos, está desnudito! Esas cosas no se ven hasta la noche de bodas…

 Y soltó una brusca carcajada. El perro dejó de moverse, se quedó muy quieto y clavó sus ojillos marrones en los ojos grises de Peter.

 —¿Por qué me mira así? —El joven señaló al animal—. Lali, dile que deje de hacerlo, ¡me está intimidando!

 Lali bufó, alargó las manos y cogió entre ellas al simpático perro. Apenas se distinguía de qué color era su pelaje a causa del barro.

 —Pero ¿qué haces? —gritó Peter alarmado—. ¡Ahora sé con certeza que estás completamente enferma! ¡Suéltalo, Lali, suelta a esa bola de gérmenes!

 —El tío Peter es un gruñón —le explicó Lali al perro después de que este le diese un húmedo lametón—. Se hace el duro, pero después de un par de días contigo ya verás cómo acaba rendido a tus pies…

 El perro ladró feliz, como si comprendiese las palabras de Lali mientras movía frenéticamente el rabo. Peter dio varios pasos hacia atrás.

 —¿Cómo que un par de días? —preguntó, acalorado por la cantidad de emociones negativas que se agolpaban en su interior.

 Lali le miró confundida.

 —¡Hombre, no lleva collar, parece que no tiene dueño! Y está solito… —Dedicó un puchero al animal mientras le daba mimos. El perro gimoteó agradecido. Después Lali le dirigió una desagradable mirada a Peter—. Además, si te hemos recogido a ti, ¿cómo no vamos a acoger a este perro, que es más adorable y simpático que tú?

 El animal le lamió de nuevo la mejilla derecha. Peter miró asqueado la feliz escena.

 —¿Acabas de compararme con un perro?

 Lali sonrió.

 —Perdona, pero yo jamás haría algo así, es demasiado cruel. No cabe comparación alguna entre este perro y tú, ¿verdad que no, gordito precioso? —lo achuchó entre los brazos balanceándolo como si fuese un bebé.

 Peter se llevó las manos a la cabeza.

 —¡Pero mira tu camiseta! —chilló—. ¡Está llena de mierda!

 —Solo es barro…

 —El barro es mierda —le aclaró despacio.

 —No importa, estaba para lavar, la llevo desde hace dos días. —Sonrió ante la mueca de repugnancia que él le dirigió.

 —Me da igual. No te lo llevarás. Ese perro no vivirá bajo el mismo techo que yo —sentenció.

 Lali negó lentamente con la cabeza. Se sentía feliz al notar la mueca de amargura y tristeza que se iba apoderando del rostro de Peter.

 —Lo siento, está decidido. —Miró al perro, sonriente—. ¡Adjudicado! Tú te vienes conmigo, chiquitín.

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Lo sé, lo sé, Peter es un estúpido pero mejora eh!! Lo prometo, solo hay que tener paciencia!!

Cuatro comentarios, soy feliiiiz, me encanta que les cope la novela!!!!!!

Para mañana 5 comentarios???

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Besos y si quereis que os avise por twitter cuando suba avisadme por acá o por twitter @theyaremypath

HASTA MAÑANA


4 comentarios: