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martes, 11 de junio de 2013

Capítulo 29: Lali y Peter



Escuchaba la voz de Lali lejana, como si ella se encontrara en un mundo paralelo. Sonrió tontamente.

—¿No me has oído? ¡Son las seis de la tarde!

Se hizo un ovillo bajo las mantas y, cuando la encontró junto a él, se abrazó a su cuerpo como si la vida le fuese en ello. Lali le dio un manotazo en el hombro y le sacudió con fuerza.

—¿Piensas levantarte algún día o tengo que llamar a la grúa?

Peter parpadeó repetidamente antes de conseguir abrir los ojos. Bostezó. Se incorporó despacio y ojeó el interior de la tienda de campaña. Ya había anochecido, la oscuridad lo invadía todo. Le dirigió a Lali una mirada afilada.

—Gracias por romper el supuesto despertar romántico.

—¡Vamos, Peter! Llevo diez minutos rogándote que despiertes de una vez por todas.

—¡Pero podría haber sido diferente! —Alzó las manos, consternado—. En vez de pegarme, que me hubieses traído la merienda en una bandeja quizá habría sido una buena idea.

—¿Me has confundido con una de tus sirvientas o qué?

Peter chasqueó la lengua, molesto. Se miró a sí mismo, tendido sobre las mantas, con los codos ligeramente apoyados en el suelo y el torso erguido. Movió un poco los pies, de lado a lado.

—Lali, no quiero alarmarte… pero lo mejor será que dejemos la discusión para otro momento.

—¿Qué te pasa ahora? —bufó.

—Se me han dormido las piernas. —La miró apenado, dedicándole un gracioso puchero.

Lali rió con ganas.

—Puede que sea porque me he dormido encima de ti. —Sacudió una mano frente a su rostro, quitándole importancia al asunto—. Se te pasará en unos minutos.

Peter frunció el ceño y se estremeció cuando empezó a notar un leve cosquilleo ascendiendo por las piernas.

—¿Es que no había sitio en la tienda y tenías que dormir sobre mi cuerpo?

—Tenía frío. —Lali se encogió de hombros.

—Yo también tenía frío, pero no por ello he intentado aplastarte.

Ella sonrió tímidamente mientras el rostro de Peter se contorsionaba en extrañas muecas a cual más ridícula a causa del electrizante cosquilleo que se adueñaba de sus extremidades inferiores. Le apartó sin excesiva delicadeza algunos mechones que le caían alborotados por la frente y le dio un beso en la nariz.

—Eres tonto.

—Qué halagador, cariño.

Lali abrió mucho la boca y le señaló con el dedo índice. Peter dobló las rodillas, ya casi no tenía las piernas dormidas.

—¡Me has llamado cariño! —explotó la joven.

—¿Qué? —Peter la miró sin comprender—. No, claro que no.

—¡Acabas de decirlo!

—Lo habrás soñado.

Lali se hizo a un lado, escaló por el cuerpo de él y se sentó sin reparos sobre sus piernas. Le pellizcó las mejillas mientras una pícara sonrisa curvaba sus labios.

—¿Te da vergüenza? No tiene nada de malo.

Peter se señaló las piernas, sobre las que ella continuaba acomodada.

—No has tenido suficiente con echarte la siesta encima de mí, ¿verdad?

—Ahora no cambies de tema. —Acogió el rostro de Peter entre sus pequeñas manos—. ¡Me has llamado cariño! —repitió, emocionada.

Peter tragó saliva despacio. Sí, era cierto. Lo había dicho sin pensar, pero jamás lo reconocería en voz alta. Al menos no delante de ella. Negó con la cabeza, sin dar su brazo a torcer. Intentó encontrar algún asunto importante que le hiciese olvidar el percance.

—¿Y qué haremos con… lo nuestro? —preguntó, casi en susurros—. Yo me iré en apenas dos días.

—Podremos vernos durante las vacaciones —meditó Lali—. Y quizá algún fin de semana si encontramos vuelos baratos de última hora.

Peter volvió a tragar saliva despacio. La abrazó. Rodeó con sus grandes manos la cintura de Lali y se pegó a ella todo lo que pudo. Intentó imaginar cómo serían sus días sin oler su cabello, sin verla reír, sin observar cómo fruncía el ceño cuando se enfadaba, sin gritarle ni insultarle…

—¿Me llamarás todos los días? —preguntó, y le dirigió una mirada suplicante. A ella comenzó a temblarle el labio inferior, y Peter advirtió que se avecinaba otra cascada de lágrimas—. No llores otra vez, por favor.

—¡No estoy llorando! —gimoteó Lali, mientras algunas lágrimas ya se derramaban por sus mejillas.

Él aguantó las ganas de reírse.

—Vamos a estar juntos —le susurró al oído. Lali se calmó poco a poco, con el rostro escondido en su pecho—. No importa la distancia; así, cuando nos veamos, tendremos más ganas de intentar matarnos el uno al otro —Sonrió al oír que ella empezaba a reír—, seguro que todo saldrá bien.

Lali no quería pensar durante mucho tiempo en esa fatídica despedida. Decidieron pasar el resto de la tarde con el grupo de amigos, olvidando así sus próximos problemas. Cuando la humedad aumentó y el frío se tornó más punzante, encendieron una hoguera y se acomodaron alrededor. Y conforme las horas fueron pasando, ambos se quedaron a solas con Nixie y Cloe. Los demás ya estaban durmiendo; desgraciadamente ellos habían dormido una siesta demasiado larga como para volver a conciliar el sueño.

—Chicos, creo que nosotras nos vamos ya a descansar —comentó Cloe. Se levantó y Nixie también la imitó, mientras bostezaba.

—Dulces sueños —murmuró Lali.

Peter se acercó sigiloso a Lali para susurrarle al oído.

—Dudo que la palabra «dulce» forme parte del vocabulario de Cloe. Es probable que no te haya entendido.

Ella le apartó dándole un pequeño empujón. Cloe le dirigió una mirada asesina a Peter antes de echar a andar hacia su tienda de campaña. Entonces él recordó algo y llamó a Nixie. Esta se acercó de nuevo a la hoguera.

—¿Qué pasa?

—Vico está solo… en su tienda… —le informó Peter. Sus ojos grises brillaban malévolos bajo la fantasmagórica luz de las llamas.

—¿Qué importa…? No tengo ninguna oportunidad —replicó Nixie con fastidio.

—¡Claro que sí! Le gustas, me lo ha dicho hoy… un pajarito —dijo Peter, y tanto Lali como Nixie sonrieron emocionadas.

—¿En serio?

—Totalmente. —Peter se llevó una mano al pecho, como si al señalarse el corazón sellase una especie de juramento.

Nixie se encaminó a paso rápido hacia la tienda de Vico, nerviosa y tambaleándose de vez en cuando. Lali y Peter se quedaron a solas.

—¿Cómo es posible que mi hermano te lo dijese a ti antes que a mí?

—Vico me adora, Lali. Acéptalo.

Se ganó un segundo empujón. Tras un inofensivo forcejeo acompañado de algunas risas, Lali se levantó y le tendió una mano, instándole a que él también lo hiciese.

—Quiero enseñarte algo.

—¿Ahora? —Peter frunció el ceño.

—Sí. —Sonrió—. Seguro que te gusta. Sígueme.

Lali se internó entre los frondosos árboles, y Peter, sin saber muy bien qué hacer, accedió a seguir sus pasos. Le asustaba que pudiesen perderse o, peor aún, que se topasen con algún animal peligroso. Ella apenas se giraba y se movía con agilidad sorteando los arbustos y las rocas que entorpecían el camino. A Peter le costaba algo más coger el ritmo, no estaba familiarizado con los espacios naturales abiertos.

Tenía ganas de estar con Lali alrededor de la hoguera que habían dejado atrás. Era un fastidio que las chicas siempre terminasen arruinando sutilmente todos los momentos que el género masculino calificaba de «románticos». Para Peter, caminar por el bosque a media noche no era nada «romántico», tropezar con piedras una vez tras otra no era «romántico» y mancharse sus zapatos italianos de barro tampoco era algo «romántico».

Se sentía cansado, y se disponía a abrir la boca para empezar a protestar cuando Lali se giró hacia él con una enorme sonrisa en medio de la noche y le indicó que acababan de llegar. Apartó con una de sus pequeñas manos los arbustos que se extendían frente a ellos, mostrándole así el hermoso paisaje que se dibujaba ante sus ojos.

Las estrellas brillaban intensamente como si un millar de faros iluminasen las rutas del cielo. La montaña donde ellos se encontraban parecía haber sido cortada por la mitad, de un modo limpio, dando pie a un vertiginoso acantilado que se recortaba entre la vegetación del lugar. Peter sonrió tontamente.

—¿Esto no será una trampa para matarme y quedarte con mi seguro de vida, verdad? Recuerda que aún no estamos casados.

—Va, tonto, siéntate conmigo —pidió ella, que se acomodó en el suelo y extendió los brazos. Peter se dejó caer delante de Lali y ella le abrazó por detrás con suavidad—. ¿Ves? Te dije que te gustaría.

—No me gusta. —Arrugó la nariz.

—Mientes.

—Vale, solo me gusta un poquitín. —Peter se relajó y consiguió sonreír. Si alzaba la cabeza, Lali apoyaba la barbilla entre su pelo, y él podía contar las estrellas perfectamente desde esa posición.

Recordó la primera vez que la besó de verdad, en medio de aquella horrible discoteca repleta de luces y ruido. También aquel día había contado las estrellas, en el parking, cuando no sabía qué más hacer o decir. Y le había sobrado cualquier palabra; se sentía bien así, en silencio, a su lado. Se marcharía a otro continente dos días después; aun así no tenía nada que decir. Suponía que en su relación con Lali siempre habían sobrado las palabras; solo las

usaban para humillarse e insultarse, y en los buenos momentos dejaban paso al silencio, como si les abrigase y les meciese en un vals tranquilo.

—Me gusta este sitio —admitió Peter.

—Y a mí también. —Lali respiró hondo y su aliento le hizo cosquillas a Peter en la nuca—. Esta es la segunda vez que vengo a este lugar. La primera vez fue hace dos años, durante una de las acampadas que hacemos cada Navidad. También era de noche y no conseguía dormirme, así que salí de mi tienda y comencé a caminar hasta llegar a este acantilado.

Peter se giró sorprendido.

—Tú no temes morir, ¿verdad?

—Chist, déjame terminar —pidió ella—. La cuestión es que ese día me sentía triste y sola, y me preguntaba si algún día lograría encontrar a mi alma gemela. Me prometí a mí misma que si lo lograba le traería a este sitio.

—Oooh. —Peter la miró con ternura, pero no pudo evitar reír. Lali frunció el ceño y él le dio un beso en la frente—. No te enfades, es la historia más bonita que jamás he vivido: la nuestra.

Lali sonrió y le pidió a Peter que se pusiera de pie.

—Pero aún hay más —le dijo—. Quiero enseñarte otra cosa.

Lali se encaminó hacia el árbol más cercano e inspeccionó su corteza. Peter la observó preguntándose qué estaría buscando.

—¡Aquí está! —gritó ella, y frotó con la manga de su chaqueta una zona

del tronco—. Acércate, Peter.

Peter distinguió unas letras talladas en el árbol, que decían: «Lali y».

—Cuando lo escribí no había nadie que me complementase, no encontré ningún nombre que pudiese acompañar al mío. —Sonrió—. Pero ahora sí.

Lali le dio a Peter una piedra y él comenzó a rasgar la corteza de madera con la punta, en silencio. Ella contempló satisfecha cómo el nombre de Peter se iba dibujando lentamente bajo el suyo. Cuando él terminó, se giró y la besó.

—Me ha gustado mucho… venir aquí contigo —le susurró al oído.

—Lo sé.

Y cogidos de la mano caminaron por el bosque y regresaron a la zona de acampada. Durmieron juntos, con la certeza de que solo les quedaban dos noches más por delante y a sabiendas de que el tiempo no se detiene nunca.

Continuará...

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Tiernos de la vida!! Se que ha costado mucho pero a que Peter es tierno? lindooo
Besos y abrazos ♥
@getcrazywithlip

3 comentarios:

  1. uuuyy mas tiernooos...haora si!!me re encanta este Peter..osea 2 Dias??y el amor??se quedará adi??noo..tienen que estar juntos hasta la eternidad..sooon lo mas tiernoo que exiiisteee...@pl_mialma

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