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martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 11 y 12: Felices fiestas I y II









Un nuevo amanecer, un nuevo día.

Lali descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño oscuro en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.

«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»

—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.

El señor Esposito le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.

—Todas las navidades dices lo mismo, Lali. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.

La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.

—¿No podrías bajar un poco el volumen?

—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchéis y os llenéis del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.

La puerta contigua a la de Lali se abrió de golpe, y Peter salió como un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco a la muchacha.

—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?

—Villancicos.

—No me gustan los villancicos —aclaró.

—¿Y a mí qué me cuentas?

—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.

Lali resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Esposito salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Peter en la cabeza afectuosamente.

—¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.

—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Abigail se marchase escaleras abajo a toda prisa.

Lali observó la divertida escena.

—¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo imaginaciones mías?

Peter la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.

—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas…? —replicó burlón.

—¿Llevas lentillas?

—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—. Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.

—¡Ja! Siento decirle, mi señor, que sus ojos son un tanto… repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, caballeroso conde Peter de inigualable belleza! —Lali hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar al inglés.

—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.

—¡NO ME LLAMES «NENA»!

Peter sonrió agudo, con sus ojos grises brillando en exceso.

—Lo que tú digas, nena.

—¡Uf…! ¡Cómo te odio!

—¡Quiéreme, nena, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. Lali le dio una patada a la pared, cabreada.

¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que él la viese así, enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.

Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada gris, la

malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos, su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a Peter. Era más astuto de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de él. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le rodeaba hacía que Lali se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.

La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de Kesley. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrida. Peter apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y Lali supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó soñolienta cómo él se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Esposito entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.

—Buenos días —saludó alegremente—, ¿os vais acostumbrando a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de murciélago!

—Ese no es el dicho —le corrigió Peter, sin dejar de untar su tostada matinal.

—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Esposito se encogió de hombros con despreocupación—. Os espero en el comedor, venid cuando acabéis de desayunar.

Y desapareció otra vez silbando animadamente. Lali resopló, al tiempo que Peter le apuntaba con el dedo índice, acusador.

—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para servir a unos muertos de hambre.

—No es ningún servicio, idiota. —Lali no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatida—. Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.

—¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, Lali. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.

Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Peter le regaló una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.

—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.

Él pestañeó sin comprender.

—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar de observar a Lali—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con la señorita Lali Esposito, apodada la Basurera a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.

Lali tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y el chaval que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.

—Estás fatal, Peter. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.

Él se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.

—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó, orgulloso.

Lali mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.

Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Peter expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus empleados.

—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.

Lali lo habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante resopló.

—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó ella; aumentaba su rabia por segundos.

—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.

Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.

—¿Estás contento?

—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.

Lali descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.

—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.

—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.

Lali cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansada.

—No hace falta decorar el baño, Peter. Así que olvídalo.

—¿Qué? —Él la siguió mientras ella se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera—. ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.

Lali se giró hacia él, extrañada.

—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: «¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».

—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Esposito.

—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.

—¿Por pena?

—¡Estabas a punto de llorar, estúpido! No he visto cosa más tonta en mi vida.

Peter suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal.

—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió alegremente, cambiando de tema.

—He dicho que no.

Lali cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.

—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos. Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —preguntó, recordando las palabras de la señora Esposito a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.

La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiríadisfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que Peter pusiera un pie en su casa.

—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.

Él frunció el ceño.

—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!

Peter se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el escaparate algo recargado de una tienda. Lali se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausta, mientras él le echaba un vistazo rápido a la estancia.

—¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.

—¿Ni siquiera sabes anudar tú solo una cinta? —protestó Lali, abatida.

—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —La miró malévolo—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.

Lali se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Peter con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la jabonera.

—¿Contento?

Él se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.

—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.

—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.

Peter frunció el ceño y siguió a Lali por el pasillo. Se separaron para

entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza

de la necesaria.

 
Continuará....



Capítulo 12: Felices fiestas II

Había empezado a nevar.

Lali tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.

Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Peter. Ciertamente, no estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a un impulsivo Peter redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.

Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.

¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Vico. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto,

descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Peter y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.

Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Peter estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones rubios caían a los lados, anárquicos. Sus ojos grises se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Peter, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.

—¡Eeeh, Kelshey! —saludó agitando una mano en el aire.

Lali se arrodilló a su lado y lo examinó asombrada, sin comprender.

—¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?

Peter rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.

—¡Shoy felizzz…! Temedamete felizzz…

Lali quiso decir algo, pero se había quedado muda. Él se acercó más a ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinada, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.

—¿Has bebido, Peter?

Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.

—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemano, que es mu’ majo, mu’ simpático tamién…

Lali se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Vico se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?

—¡Voy a matar a Vico! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.

Peter negó con la cabeza, cerrando los ojos.

—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —La miró sin siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de Lali—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.

Peter se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Vico. Después rió y se incorporó nuevamente. Lali resopló, furiosa. Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.

—Luego intercambiaré algunas palabras con él.

Peter se encogió de hombros.

—¡Pero si he disho que ta muerto, mu muerto! —repitió.

—Vamos, levántate, idiota —le exigió ella, al tiempo que le estiraba de un brazo.

Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.

—¡Qué divedtido…! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de Lali.

—¿Te encuentras muy mal?

—¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.

Lali se acercó a él y se apartó instintivamente.

—Apestas a alcohol —le informó.

Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de Lali para no caerse.

—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama… se llama… ¡joder, se llama como el chucho ese…!

—¿Whisky? ¿Has bebido whisky?

—¡Shi, eso!

La miró orgulloso. Lali se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.

—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó Lali.

Él volvió a encogerse de hombros.

—Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con el Mendigo…

—¿Marihuana, te ha dado marihuana?

—¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh.

Lali respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Peter, tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en

el agua.

—¡ESHTá FRÍA! —gritó.

—Te jodes. —Lali le miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado… borracho perdido.

—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh…

Lali resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Peter, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. Lali comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.

—¡Pican los ojosh!

—¡Cállate!

—Jopeta…

Permaneció quieto unos instantes, dejando que ella terminase de enjuagarle el pelo.

—Navidá, navidá, duuulceee navidá… —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.

Lali arrugó la nariz.

—¿No odiabas los villancicos?

—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé…!

Lali negó con la cabeza en silencio.

—¡Vamos, sal de una vez de la bañera!

Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.

—¡Pero shi todavía estoy vestido!

—¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?

—¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando! —ordenó.

Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Peter conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.

—¡Me hashes coshquillash, Kelshey! —dijo alegre.

Lali le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y moja.

La risa de Peter aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma que con él.

—¿De qué te ríes, estúpido?

—¡Ja, ja, ja…! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh… y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.

Lali dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Peter se clavaron fijamente en la puerta del baño.

—¡Lali! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de murciédago?

Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de Peter atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre Lali, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y la besó. Lali dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Peter besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole

un último beso en la comisura de los labios. Lali, asombrada, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.

—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?

Lali, aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Peter le diese aquel delicioso beso de príncipe… ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. Lali se tanteó los

labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.

Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.

Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.

—¡Eh, Kelshey! ¡Soy Peter!

Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.

—¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…

Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Peter, aturdido, con el pijama puesto del revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.

Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su camino.

—¡Lárgate de aquí! De verdad, Peter, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.

Él la miró apenado.

—Es que, Kelshey, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash… Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.

—Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega malas pasadas.

—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.

Lali abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el equilibiro y dejarse caer sobre ella. El rostro de Peter quedó sobre su estómago.

—¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.

Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Peter. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. Lali suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia… su bondad en general.

Empujó a Peter contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; Lali resopló, pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.

Escuchaba la respiración de Peter, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar.

Continuará...

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No es taaaaaaaaan como esperaban pero bueno, por lo menos se besaron!! Vamos avanzando jajajaja y paciencia, que a partir de ahora es todo mas liviano...
Llevo unos días muuuuuy malos y hoy he terminado de leer "El club de los corazones solitarios" y creo que voy a formar mi propio grupo... ¿Alguien se apunta?
Bueeeeeno, creo que apartir de ahora subiré los capítulo de dos en dos, para que sea más fácil y termine antes esta novela que desespera!!
Prometo que `la próxima (si hay próxima) será más amor y menos Peter tan capullo!!
Besos y abrazos ♥
@theyaremypath


3 comentarios:

  1. Me gusto mucho! Me avisarias por Twitter cuando subas nuevo capitulo? No tardes mucho! @_LaliLanzani

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  2. Jajajajaja me mató peter borracho!!!! Jajajajjajajaaja

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  3. buenisimo el cap!!!!!!!!!!!!!!! subi mas hooooooyyyyyyyyyy!!!!!!!

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