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jueves, 9 de mayo de 2013

Capítulo 9: Colegas




En cuanto los vio a lo lejos, Peter reprimió el vehemente impulso de huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un importante examen. Asió del codo a Lali y se inclinó para hablarle al oído.

 —Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra ciudad.

 Lali sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos. Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Peter, cuyo rostro estaba ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de deliciosa nata montada.

 —Son simpáticos, tranquilo.

 —Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió él en voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.

 Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A Peter se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al rubio un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes del derramamiento de sangre.

 —¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?

 —Charles, él es Peter, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los presentó Lali, ignorando el comentario del primero.

 —Encantado de conoceros —dijo Peter.

 Todos rieron.

 —¡Qué chico tan formal! —explotó Cloe, que le dedicó un seductor pestañeo antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla.

 Peter torció el rostro dibujando una mueca de asco. Lali se inclinó con disimulo hacia él.

 —Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.

 Él la miró apenado.

 —Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.

 Lali aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de gérmenes que tanto le preocupaban. Él sonrió divertido.

 —Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.

 Ella le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Peter suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de Lali eran incluso más raros que ella. El tal Charles le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo. Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. El resto eran chicas. Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a Lali preguntas sin sentido sobre él, especialmente Cloe.

 —¿Y cómo se lleva con tu hermano? —preguntó una de ellas, Nixie.

 —Oh, pues… bien —balbució Lali, sin estar segura de qué decir al respecto.

 —Hum… —Nixie sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Vico es tan sexy!

 Peter parpadeó confundido. ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la sensualidad del Mendigo iba en serio.

 —Espero que no decida nunca cortarse las rastas, perdería todo su atractivo salvaje —añadió la chica.

 —¡Tía, que es mi hermano, córtate! —se quejó Lali.

 Peter iba a protestar a su vez, diciéndole «¡Tía, no estoy sordo! Y tus comentarios duelen», pero se contuvo. Quería estudiar a aquellos individuos. Eran realmente curiosos, algo estrambóticos también. Rápidamente dejó a un lado al grupo de chicos, que no le hacían ningún caso, y se acercó más a ellas, como un felino sigiloso que acaba de descubrir que la carne existe.

 —¿Te está gustando América, Peter? —le preguntó Cloe, mientras se retocaba el pintalabios, de un rojo ciruela.

 —Sí, mucho. El supermercado es genial —contestó.

 Cloe lo miró extrañada. Después se sacudió la larga melena rubia hacia atrás con soltura. Peter dedujo que no le llegaba a él ni a la suela de los zapatos en cuanto a elegancia.

 —¿Te gustaría venir esta noche a mi casa? —preguntó la chica, sin ningún tipo de vacilación en la voz. Peter tragó saliva despacio, sintiendo cómo el miedo le revolvía el estómago—. He pensado que podríamos reunirnos todos allí, para ver películas y… lo que surja.

 «Y… lo que surja.» Peter miró a Lali desesperado, deseoso de que ella le defendiese, ¡tenía que hacer algo! Era demasiado guapo como para pasar desapercibido, eso lo entendía sin problemas. Y lo aceptaba, vaya que sí. Pero, ciertamente, no estaba preparado para enfrentarse a aquella devoradora de hombres, que parecía realmente hambrienta. Tragó saliva despacio.

 —No creo. Me gusta acostarme pronto, siempre lo hago —se excusó. Y era cierto.

 Cloe sonrió con malicia, Peter lo notó en el brillo inhumano de sus ojos claros, que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.

 —No importa —se acercó más a él—, puedes quedarte a dormir en mi casa si quieres. Mis padres no estarán…

 Él palidecía por instantes. Lali le miró divertida, mientras Nixie continuaba halagando al piojoso de Vico. Intentó pensar en algo que lograse fastidiar a las dos chicas: tanto a la insaciable de Cloe como a la idiota de Lali, que no se dignaba sacarlo de aquel apuro. Sonrió con gesto malévolo cuando una idea cruzó su mente como una estrella fugaz.

 —Si me quedase a dormir en tu casa, Lali se pondría realmente celosa. Es bastante posesiva —explicó, señalando a la aludida, que le miraba con la boca abierta.

 Lali apretó los puños con fuerza, furiosa. ¿Cómo podía mentir tan vilmente? ¡Ella hubiese estado encantada de que se quedase a dormir en casa de Cloe! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviese que regresar a Londres, a ser posible! Perderle de vista sería un regalo divino.

 —Cloe, no te lo aconsejo —le dijo a su amiga—. Tiene ladillas —añadió.

 Peter pensó que iba a desfallecer. ¿Ladillas? Sí, las conocía bien. Había estudiado todas las enfermedades existentes en el mundo por su cuenta con el objeto de evitarlas. Recordó que se trasmitían mediante las relaciones sexuales y le dirigió a Lali una mirada de ternura antes de hablar.

 —Me las habrás pegado tú, cariño… —susurró delicadamente.

 —¿Os habéis acostado? —preguntó Cloe, visiblemente molesta y decepcionada.

 —¡No, claro que no! —se defendió Lali, consternada. Aquello estaba yendo demasiado lejos. Los chicos habían dejado de hablar de sus cosas para mirarles, pendientes de la conversación.

 —Ahora dice eso —farfulló Peter, mientras negaba con la cabeza con dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí, sigue».

 Los chicos, liderados por Charles, rieron al unísono. Mientras exclamaban «¡Este es de los nuestros!» y se tronchaban a carcajadas. Lali se cruzó de brazos, arrepintiéndose al instante de haber llevado a Peter consigo.

 —Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí, sigue ahorcándote, imbécil» —aclaró furiosa. Sus ojos destellaban rabia.

 Peter se molestó. Deseaba con todas sus fuerzas que Lali quedase mal delante de sus amigos. Se aburría. Y no soportaba que ella le tratase con esa superioridad desmesurada, sin acaeptar cuál era su lugar en aquel dúo. Su lugar era, desde luego, el de más abajo.

 —¡Mujeres! ¿Quién las entiende? —añadió Peter, y no supo qué más decir para salir de aquel embrollo.

 Charles asintió pensativo, al compás de los otros dos, que parecían imitarle en todo momento.

 —Tienes razón, tío, son complicadas, ¿eh? —Le dio una palmada en la espalda.

 Peter se encogió de hombros.

 Entonces oyó a lo lejos un silbido suave, empalagoso… que le molestó de inmediato. Se giró bruscamente cuando Nixie dijo: «Ahí llega Matt». El susodicho vestía bien. Bastante bien. Llevaba unos vaqueros pulcros, combinados con un suéter marrón, y aun a distancia Peter pudo apreciar la buena calidad del tejido. Frunció el ceño, conforme este se acercaba más, y advertía su cabello castaño, cuidado y repeinado. Se fijó en sus manos, en la perfecta curvatura del corte de sus uñas, en la suave piel de su rostro hidratado, la elegante forma de andar y los danzantes movimientos que le acompañaban descaradamente. Matt no le gustó. Matt era pura competencia. El príncipe falso, de plástico, que pretendía robarle el trono. No estaba dispuesto a permitir que aquello sucediese.

 —¿Cómo va todo? —preguntó al llegar, dirigiéndole a Lali una mirada repleta de interés. Interés que Peter no entendió, pero que sí le molestó.

 —Bien, tío —dijo Charles—. Oye, mira, este de aquí es Peter, el chico de intercambio que está en casa de Lali. Es la monda.

 Se dieron la mano. Sus miradas chocaron al instante emanando odio. Odio porque ambos pudieron distinguir la suavidad resbaladiza de las manos del contrario. Peter se cabreó aún más cuando descubrió que Matt llevaba la misma colonia que él: una colonia casi exclusiva que debía pedir por encargo para que se la trajesen desde Francia.

 —Me llamo Matt Kresel —saludó el otro, frunciendo el entrecejo—. Quizá me conozcas por mi libro.

 —¿Qué libro? —Peter soltó rápidamente su mano. Se limpió en una servilleta.

 —¿No te lo ha contado Lali? —Se giró hacia ella, que escondió el rostro entre las manos—. He escrito un libro con solo dieciocho años. Tuve una vida difícil, una infancia terriblemente dolorosa —explicó, dramatizando en exceso para el gusto de Peter—. Así que terminé escribiendo mi biografía, que se ha vendido muchísimo y me ha hecho rico.

 —Me alegra no ser entonces el único rico de aquí —siseó Peter.

 Lali resopló. El resto de sus amigos parecían divertidos. Ella había esperado aquello. La competencia por el poder de la estupidez había surgido, desatándose con una ferocidad abrumadora. Lali se pasó una mano por la frente, recordando que lo único por lo que no competirían sería por ella, afortunadamente. Matt llevaba desde los catorce años persiguiéndola e intentando que saliesen juntos, algo a lo que ella se había negado constantemente. Aunque parecido a Peter, era más respetuoso que él. Igual de aristocrático, pero menos espabilado e irónico que el otro.

 —No, no lo eres. —Matt sonrió forzado—. Así compartiremos el puesto. Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en casa de Lali?

 —Un mes —contestó Peter, incómodo.

 —Oh, ¡qué barbaridad! —explotó—. Los intercambios de hoy en día duran demasiado. La educación está fatal. ¿No echarás de menos a tu familia?

 —No —respondió el otro, contundente.

 —Qué poco sentimental.

 —Matt, déjale en paz —dijo Lali para apaciguar los ánimos.

 Cloe parecía visiblemente cabreada por no poder seguir hablando con Peter sobre el asunto de dormir en su casa.

 —Entonces, ¿vendrás esta noche? —insistió poniendo morritos.

 —¿Adónde tiene que ir? —preguntó el recién llegado con curiosidad.

 —A mi casa, para ver unas películas —aclaró Cloe, deseosa de que no volviesen a interrumpir su conversación.

 —Yo me apunto —contestó Matt, sonriente.

 Peter se disponía a responder que no, pero la seguridad de su contrincante le hizo dudar. Miró a Lali, quien se encogió de hombros deseando huir de allí.

 —Yo también iré —contestó entonces, alzando la cabeza con orgullo—. Con Lali —añadió. Y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de Matt.

 —Gracias por preguntarme si me apetece ir —se quejó ella.

 —Oh, vamos, lo pasaremos bien —intervino Charles—. Tiene razón tu amigo, las mujeres sois incomprensibles.

 Los otros dos asintieron mecánicamente. Cloe se levantó irritada, sacudiendo su melena. Había pensado en una velada íntima con aquel apuesto rubio, no en una reunión de amigotes. Ya se las apañaría para lograr estar a solas con él.

 —Podrías invitar a Vico —añadió Nixie.

 —Ni lo sueñes —atajó Lali molesta—. Seguro que habrá quedado con sus amigos. La semana que viene es su cumpleaños y lo celebraremos en casa; os invitaré a todos. No desesperes, Nixie.

 Peter sonrió de nuevo y comenzó a trazar un plan mentalmente para vencer al enemigo. Había descubierto el punto débil de Matt: la indeseable Lali.


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Ya queda muuuuy poquito para el primer beso PACIENCIA!!!
Si quereis que os avise a twitter cuando suba avisadme @theyaremypath
Besos y abrazos ♥

9 comentarios: