Salió a la tarde
de finales de abril y los chacales la acorralaron. Cuando Lali entró en la
perfumería de Beverly Boulevard, sólo la acechaban tres, pero ahora había
quince… veinte… quizá más; una jauría aullante y feroz que andaba suelta por
Los Ángeles, con las cámaras disparando sin cesar, dispuestos a arrancar el
último jirón de carne de sus huesos.
Los flashes la cegaron. Lali se dijo que podía
hacer frente a cualquier cosa que le dijeran. ¿Acaso no llevaba un año entero
haciéndolo? Empezaron a formularle sus rudas preguntas. Demasiadas, deprisa y a
voz en cuello, palabras que se entremezclaban. Hasta que nada tuvo sentido. Uno
de ellos puso algo en sus manos, un ejemplar de la prensa sensacionalista, y le
gritó al oído:
—¡Acaba de
publicarse, Lali! ¿Quieres decir algo al respecto?
Ella bajó la vista
y vio la ecografía de un bebé en la portada de Flash. El bebé de Lance y Jade. El bebé que
tenía que haber sido de ella.
La sangre le bajó
a los pies. Los flashes destellaron
y las cámaras se dispararon mientras Lali se llevaba el dorso de la mano a la
boca. Después de meses y meses de aguantar el tipo, al final perdió la
compostura y los ojos se le inundaron de lágrimas.
Las cámaras lo
registraron todo, la mano en su boca, las lágrimas en sus ojos… Por fin les
había dado a los chacales lo que llevaban un año intentando conseguir, las
fotografías de Lali Esposito, la graciosa actriz de treinta y un años,
derrumbándose mientras su vida se desmoronaba a su alrededor.
Dejó caer la revista
al suelo y se dio la vuelta para salir huyendo, pero la habían acorralado.
Intentó retroceder, pero estaban detrás de ella… delante… por todas partes… con
sus cegadores flashes y
su vocerío despiadado. Su olor le anegó el olfato, el olor a sudor, cigarrillos,
colonia barata. Alguien la pisó. Un codo se clavó en su costado. Estrecharon el
cerco robándole el aire, asfixiándola…
Peter Lanzani
contemplaba la desagradable escena desde los escalones del restaurante. Acababa
de salir a la calle cuando la conmoción estalló y se detuvo para ver qué
pasaba. Hacía dos años que no veía a Lali y entonces sólo de forma fugaz, pero
ahora, mientras contemplaba cómo la acosaban los paparazzi, los amargos
sentimientos del pasado volvieron a invadirlo.
La parte alta de
la escalinata le ofrecía una buena panorámica del caos desatado. Algunos
reporteros sostenían las cámaras por encima de sus cabezas, mientras que otros
prácticamente pegaban los objetivos a la cara de la actriz. Ella llevaba
tratando con la prensa desde que era una niña, pero nada la había preparado
para el descontrol del último año. Lástima que no hubiera ningún héroe por los
alrededores para rescatarla.
Peter se había
pasado ocho miserables años rescatando a Lali de situaciones peliagudas, pero
sus días de interpretar al galante Thiago Bedoya Agüero en su papel de salvador
de la intrépida Marianella Rinaldi, personaje representado por Lali, hacía
tiempo que habían quedado atrás. En esta ocasión, Marianella Rinaldi tendría
que salvar su propio pellejo o, aún más probable, esperar a que su papá lo
hiciera por ella.
Los paparazzi no lo habían visto.
Últimamente, él no era blanco de sus objetivos, aunque sí lo habría sido si
hubiera aparecido en el mismo encuadre que Lali. Thiago y Marianella había
sido una de las comedias de enredo de mayor éxito en la historia de la
televisión. Estuvieron ocho años en el aire y ya llevaban ocho fuera de las
pantallas, pero el público no los había olvidado, en especial a Marianella Rinaldi,
la buena chica favorita de Norteamérica, papel interpretado por Lali Esposito.
Un hombre que
fuera mejor persona habría sentido lástima por el aprieto en que ella se
encontraba, pero él sólo había llevado la insignia de héroe en la pantalla.
Miró a Lali y esbozó una mueca. «¿Qué tal tu espíritu de chica animosa y
dinámica, Marianella?»
De repente, las
cosas tomaron un giro más desagradable. Dos paparazzi empezaron a competir dándose
empujones y uno de ellos le propinó un fuerte golpe a Lali, que perdió el
equilibrio y empezó a caerse, momento en que levantó la cabeza y lo vio. En
medio de toda aquella locura, de las brutales disputas y los fuertes empujones,
en medio del clamor y el caos, ella lo vio. Allí, a apenas diez metros de
distancia. Su expresión reflejó sobresalto, no por la caída, pues de algún modo
había conseguido mantenerse en pie, sino por el hecho de verlo. Sus miradas se
encontraron, las cámaras se apretujaron más a su alrededor y la petición de
ayuda que reflejaron sus facciones hizo que volviera a parecer una niña. Él la
contempló sin moverse, simplemente fijándose en aquellos ojos miel y redondos
que esperaban encontrar un regalo más debajo del árbol de Navidad. Entonces la
mirada de Lali se nubló y Peter percibió el momento exacto en que ella
comprendió que él no iba a ayudarla, que seguía siendo el mismo cabrón egoísta
de siempre.
¿Qué demonios
esperaba? ¿Cuándo había podido contar con él para algo? Su graciosa cara de
niña se contrajo con desdén y volvió
a centrarse en librarse de las cámaras.
Peter se dio
cuenta de que estaba dejando escapar una oportunidad de oro y empezó a bajar
los escalones, pero había esperado demasiado. Ella ya había lanzado el primer
puñetazo. No fue un buen puñetazo, pero cumplió con su objetivo y dos paparazzi se apartaron a un lado para que ella
pudiera llegar a su coche. Lali subió y, segundos más tarde, se alejaba a toda
velocidad. Mientras se sumía erráticamente en el tráfico de los viernes por la
tarde de Los Ángeles, los paparazzi corrieron hacia sus mal aparcados todoterrenos negros y
salieron disparados tras ella.
Si el servicio de
aparcamiento del restaurante no hubiera elegido aquel momento para llevarle su
Audi, probablemente Peter se habría olvidado del incidente, pero cuando se
sentó al volante de su coche, la curiosidad lo venció. ¿Adónde iba a lamer sus
heridas una princesa de la prensa del corazón cuando no le quedaba ningún lugar
donde esconderse?
La comida a que
había asistido Peter había sido un desastre y no tenía nada mejor que hacer,
así que decidió unirse a la cabalgata de paparazzi. Aunque no podía ver el Prius de Lali,
por la forma serpenteante en que los periodistas se movían entre el tráfico
dedujo que Lali estaba conduciendo de forma alocada en dirección a Sunset. Peter
encendió la radio, volvió a apagarla y consideró su situación. Su mente empezó
a sopesar una interesante perspectiva.
Al final, la
cabalgata tomó la carretera del Pacífico en dirección norte y a él se le
ocurrió cuál era el destino probable de Lali. Frotó la parte superior del
volante con el pulgar.
La vida estaba
llena de interesantes coincidencias…
Continuará...
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Y la ganadora es... "MARIANELLA Y THIAGO" me puse hacer recuento y resulta que esta fue la que ganó.
No voy avisar a nadie por twitter de los que avisaba antes. Si quieres que te avise decimelo por aquí o por twitter @getcrazywithlip
Besos y abrazos ♥
Aiiiiiii me encantoo! :D ya quiero maas! soy inee del tiwtter jajaja :)
ResponderEliminarMe encanto! Estare al pendiente para leer. Pasate por la mia, va en el segundo cap.
ResponderEliminarAy dime que Peter cambia estava ahi tan cerca y no pudo ayudarla
ResponderEliminarSe ve super interesante la nove
Gracias por subir
Beso
Me encantó.
ResponderEliminarEs diferente a las demás que he leido :)
Espero más
¿Me puedes avisar por Twitter?
Un beso.
@LittleKitKat_