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viernes, 26 de julio de 2013

Capítulos 24 y 25




Los aspectos prácticos no entraron en la mente de Lali hasta después. El desorden. La ropa interior usada que no habían pagado. El marido inconveniente. Cuando se separaron, su cordura regresó. Tenía que asegurarse de que él entendía que lo que había pasado no cambiaba nada.

—Bien hecho, Thiago. —Lali estiró sus entumecidas piernas—. No eres George Clooney, pero prometes.

Peter se dirigió a la puerta oculta, pero entonces se volvió y examinó el cuerpo de Lali, como si estuviera marcando su territorio.

—Al menos esto responde a una pregunta.

—¿Qué pregunta?

Él le sonrió con languidez.

—Por fin recuerdo lo que sucedió aquella noche en Las Vegas.



A través de la ventana, Cande vio que Agus aparcaba su Honda azul oscuro en la entrada. Minutos más tarde, la puerta principal de la casa se abrió. Aquel chico era un auténtico desastre. Cande irrumpió en el vestíbulo para enfrentarse a él, pero Agus no llevaba encima la bolsa de donuts que ella esperaba, sólo su birrioso maletín negro habitual. Él no se mostró contento de verla e intentó pasar por su lado saludándola con una sacudida de la cabeza, pero ella se interpuso al pie de las escaleras.

—¿Qué has tomado para desayunar?

—Déjame tranquilo, Cande. Tú no eres mi madre.

Ella apoyó una mano en la pared y la otra en la barandilla. Agus había empezado a sudar y ni siquiera hacía calor.

—Seguro que todas las mañanas ella preparaba para su niño unos huevos con salchichas acompañados de tortitas.

—He desayunado un bol de cereales, ¿vale?

—Te dije que yo te prepararía el desayuno.

—No pienso volver a pasar por eso. La última vez sólo me diste la clara de dos huevos revueltos.

—Con una tostada y una naranja. Deja ya de actuar como un niño. Tienes que enfrentarte a tus problemas en lugar de comer para escapar de ellos.

—Así que ahora eres psiquiatra. —Le separó la mano de la pared y pasó por su lado—. Sólo tienes veinte años. ¿Qué coño sabes tú de nada?

Agus nunca soltaba tacos, y a Cande le gustó haberlo enervado tanto como para que lo hiciera. Lo siguió escaleras arriba.

—¿Has visto a Becky este fin de semana?

Cuando llegaron arriba, a Agus le faltaba el aliento.

—No debería haberte hablado de ella.

Becky vivía en el apartamento contiguo al de Agus. Él estaba loco por ella, pero Becky ni siquiera sabía que él existía, lo que no constituía ninguna sorpresa. Por lo visto, Becky era un cerebrito, como Agus, y tenía buen aspecto, aunque no era guapa, lo que significaba que si él perdía algo de peso, se hacía un buen corte de pelo, compraba ropa decente y dejaba de actuar como un tío raro, podía tener una posibilidad con la chica.

—¿Has intentado hablar con ella como te dije?

—Tengo trabajo.

—¿Lo has hecho?

Cande le había dicho que se mostrara amigable con ella, pero no demasiado, lo que significaba que no debía soltar aquella estúpida risa suya de cerdo. Y tampoco debía hablarle de los videojuegos. Nunca.

—No la he visto, ¿vale?

—Sí, sí que la has visto. —Cande lo siguió al interior del despacho de Lali—. La has visto, pero no has tenido cojones para hablarle. ¿Tan difícil es decirle hola y preguntarle cómo le va?

—Creo que podría ser algo más original que eso.

—Cuando intentas ser original, suenas ridículo. Sé enrollado aunque sólo sea por una vez. Dile sólo «Hola» y pregúntale cómo le va. ¿Has traído tu bañador como te dije?

Agus dejó su maletín en una silla.

—Tampoco eres mi entrenador personal.

—¿Lo has traído?

—No lo sé. Puede.

Cande pensó que estaba realizando progresos. Ahora él le dejaba que le preparara la comida y ya no llevaba comida basura a la casa porque sabía que ella la encontraría y la tiraría. Sólo habían pasado tres semanas, pero Cande estaba casi segura de que el estómago de Agus había empezado a encogerse.

—Esta noche no podrás irte a casa hasta que hayas nadado media hora. Lo digo en serio.

—Para variar, podrías pensar en mejorar tú en lugar de fijarte tanto en los demás. —Agus se dejó caer en la silla que había delante del ordenador—. Para empezar, podrías ocuparte de tu trastorno de personalidad.

—A mí me gusta mi trastorno de personalidad. Mantiene alejados a los mamones. —Esbozó una sonrisita de suficiencia—. Aunque, en estos momentos, no parece estar funcionando muy bien.

En realidad, Agus no era un mamón. Era un tío decente y Cande admiraba en secreto su inteligencia. Pero no se enteraba de nada. Y era un solitario. Si al menos hiciera lo que ella le decía, estaba convencida de que podría arreglarlo para que consiguiera salir con una chica. No una tía buena, pero sí alguna cerebrito como él.

—La comida es a las doce y media —dijo Cande—. Sé puntual.

Cuando se volvió para irse, vio que Lali estaba en la puerta del despacho filmándolo todo con su cámara de vídeo.

Cande apoyó las manos en las caderas.

—Eso es ilegal, ¿lo sabes? Es ilegal filmar a la gente sin su permiso.

Lali mantuvo el ojo pegado a la cámara.

—Pues búscate un abogado.

Cande salió hecha una furia al pasillo y se dirigió a las escaleras. En aquel momento, Lali era la última persona con la que quería hablar. El día antes, cuando Lali y Peter habían llegado a la casa, estaban muy raros. Lali tenía una escocedura en el cuello y no miraba a Peter, quien no dejaba de sonreírle en plan listillo. Cande no sabía qué se traían entre manos. Ellos creían que no se había enterado de que dormían en habitaciones separadas. Como si Lali supiera cómo hacer una cama de una forma medianamente decente. ¿Qué había ocurrido el día anterior?

Cande pensó en todo el dinero que podría conseguir si les contara a los periodistas que los recién casados dormían en camas separadas. Si con ello hiriese a Lali, quizá lo haría. Pero nunca le haría daño a Peter.

Lali la siguió escaleras abajo.

—¿Por qué eres tan dura con Agus?

Cande también podría formularle a ella unas cuantas preguntas, como por qué era tan dura con Peter, y qué había ocurrido el día anterior, y por qué la noche pasada Lali había vuelto a dormir en el otro dormitorio. Pero ella había aprendido a guardarse para sí misma lo que sabía hasta que tuviera una razón para utilizarlo.

—Yo tengo una pregunta mejor —declaró Cande—. ¿Por qué no has intentado ayudar a Agus? Es un auténtico desastre. Casi no puede subir las escaleras sin que le dé un ataque al corazón.

—Y a ti te gusta arreglar los desastres.

—¿Y qué?

Todo aquel asunto de la cámara de vídeo era muy raro. Cande no sabía por qué Lali la grababa continuamente y por qué ella no se negaba a hablar. Pero cada vez que Lali la perseguía con su cámara, ella se sorprendía a sí misma hablando como una cotorra. Era como si… como si hablar sobre ella misma a la cámara, de algún modo, la convirtiera en alguien importante. Como si su vida fuera algo especial y ella tuviera algo valioso que decir.

Llegaron al final de las escaleras y Lali la siguió al interior de la cocina.

—Cuéntame qué ocurrió cuando te fuiste de Barstow.

—Ya te lo dije. Vine a Los Ángeles y encontré un lugar donde vivir a las afueras de Sunset.

—Casi no tenías dinero. ¿Cómo conseguiste pagar el alquiler?

—Encontré un trabajo. ¿Qué creías si no?

—¿Qué tipo de trabajo?

—Tengo que orinar. —Cande se dirigió al aseo que había junto a la cocina—. ¿También me vas a seguir ahí dentro?

Cerró la puerta y echó el pestillo. Nadie conseguiría que hablara sobre lo sucedido cuando llegó a Los Ángeles. Nadie.

Cuando salió, Lali había desaparecido y Peter estaba hablando por teléfono. Cande cogió un trapo de cocina y limpió la encimera.

—Dile a Lali que deje de seguirme a todas partes con su cámara —dijo cuando él acabó de hablar por teléfono.

—Resulta difícil decirle nada a Lali. —Peter sacó la jarra de té helado de la nevera.

—Por cierto, ¿qué pasa con ella? ¿Por qué no deja de filmarme? —preguntó Cande.

—¿Quién sabe? Hace un par de días la vi filmando a las mujeres de la limpieza. Les hablaba en castellano.

Cande nunca lo admitiría, pero no le gustó la idea de que Lali grabara a alguien que no fuera ella.

—Estupendo. Puede que así ya no me moleste más.

Él señaló el móvil.

—¿Ya lo has hecho?

La chica abrió el lavavajillas y metió los vasos del desayuno.

—Estoy pensándomelo.

—Cande, ahí fuera hay todo un mundo. No puedes esconderte aquí para siempre.

—¡No me estoy escondiendo! Y ahora, si no te importa, mañana por la noche hay invitados y tengo un montón de cosas que hacer.

Él sacudió la cabeza.

—A veces creo que no te hice ningún favor contratándote.

Peter estaba equivocado. Le había hecho el favor más grande de su vida y ella nunca lo olvidaría.





Aquella tarde, mientras se vestía para las fotos de los paparazzi, Lali se preguntó por qué tener sexo con un chico malo era más excitante que tenerlo con un tío decente. Aunque aquel tío decente la hubiera abandonado por otra mujer. Entonces, ¿por qué había querido dormir sola la noche anterior? Porque el sexo de la tarde había sido demasiado bueno y divertido. Deliciosamente libertino. Tan alocado y libre de complicaciones que no estaba preparada para estropearlo con la vida real. También porque quería que Peter comprendiera que no se había convertido en alguien disponible sólo porque hubiera tenido con él la aventura sexual más excitante de su vida. Pero para dormir sola había tenido que hacer uso de toda su fuerza de voluntad, y no le gustó la mirada de sabelotodo que Peter le lanzó cuando ella le dijo que se iba a dormir al otro dormitorio.

Salieron de la casa en una operación de café con fotos. Lali decidió que la mejor manera de recuperar el sentido de la normalidad era entablar una pelea.

—Deja de tararear —dijo mirando a Peter con el ceño fruncido desde el asiento del copiloto—. Si crees que sigues la melodía, estás equivocado.

—¿Qué te está carcomiendo? Yo no, por desgracia.

—Eres asqueroso.

—¡Eh! ¿Qué le ha ocurrido a tu sentido del humor?

—Tú.

—Supongo que eso lo explica todo. —Peter empezó a tararear unos compases de la canción It's the Hardknock Life, de Annie, sólo para provocarla—. Ayer por la tarde estabas mucho más simpática. Mucho más.

—Aquello fue lujuria, tío. Te estaba utilizando.

—Pues lo hiciste francamente bien.

A Lali no le gustó que él se negara a entablar la pelea que ella necesitaba.

—No deberías haber dicho que te acordabas de lo que sucedió en Las Vegas porque no es verdad.

—Es una simple cuestión de eliminación. Estoy seguro de que uno de los dos perdió el sentido antes de que lo hiciéramos porque, si lo hubiéramos hecho, me acordaría.

Por una vez, ella se sintió inclinada a creerle.

Cuando salieron del Coffee Bean & Tea Leaf, los paparazzi los rodearon. Lali pensó en los millones de fotografías que había visto de famosos con tazas de café o botellas de agua en la mano. ¿Desde cuándo la deshidratación se había convertido en riesgo laboral de la fama?

—¡Aquí! ¡Mirad hacia aquí!

—¿Qué planes tenéis para el fin de semana?

—¿Vuestra relación sigue siendo sólida?

—Como una roca. —Peter apretó con más fuerza la cintura de Lali y susurró—: Si fueras tan dura como pretendes, ayer por la noche no te habrías ido corriendo a tu camita.

Ella lo miró a los ojos con una amplia sonrisa.

—Ya te lo dije. Tengo la regla.

Él le devolvió la sonrisa.

—Y yo te contesté que no me importa en absoluto.

A Pablo sí que le importaba. Se mostró amable, pero tener sexo con una mujer que estaba menstruando no era lo suyo. Claro que, en aquel momento, ella no tenía la regla.

—Es obvio que no he sido lo bastante clara —susurró Lali representando el papel de predadora sexual mientras las cámaras no dejaban de disparar a su alrededor—. Ayer pasaste la audición en Provocativa. De ahora en adelante, tu única función es estar a mi servicio. Cuando y donde yo quiera. Y en estos momentos no quiero.

Mentirosa. Sí que quería, y también quería sexo con él. Precisamente, la experiencia del día anterior había sido increíble porque la había tenido con el guapísimo, inútil y depravado Peter Lanzani. Para él, el sexo no significaba más que una sacudida de manos, y saberlo le proporcionaba a Lali una nueva y excitante sensación de libertad. Su marido falso, y posiblemente alcohólico, nunca tendría el poder que Pablo había tenido sobre ella. Con Peter, ella nunca se preocuparía por si una négligé era lo bastante sexy para atraerlo, ni pensaría que tenía que leer el último manual de sexo para mantenerlo interesado. ¿A quién le importaba? Quizá ni siquiera se depilase las piernas.

Peter le besó la parte superior de la oreja.

—Para que quede claro, Mar, tú no tienes la regla. Y ayer por la noche saliste corriendo como una gallina porque tienes miedo de no poder manejarme.

—Mentira.

Peter lanzó un último saludo a los fotógrafos y condujo a Lali hacia la calle hablándole de forma que sólo ella lo oyera.

—¿Sabes qué ocurre con todas esas restricciones que pretendes imponerme? —Peter le frotó la espalda con los nudillos—. Que no voy a hacerles el menor caso.





A Peter le encantaba jugar con ella, mental y físicamente. El día anterior lo había puesto como una moto. En su mente, Lali y Marianella siempre habían sido, casi, la misma persona, pero Marianella nunca se habría atrevido a un numerito como aquél. Lo ocurrido en Provocativa demostraba que el Perdedor no había conseguido arrebatarle a Lali toda su autoestima, algo que le había resultado cada vez más evidente durante las últimas semanas. El hecho de que Pablo hubiera cambiado a Lali por un cubito de hielo como Mery le proporcionaba a Peter más placer del que debería.

Mientras regresaban a la casa, barajó la posibilidad de desnudar a Lali en cuanto llegaran, lo que no le costaría mucho, pero Agus arruinó sus planes al recibirlos en la entrada.

—Ha telefoneado la secretaria de Emi Keene. Te ha invitado a tomar un vino en su casa a las cinco.

Peter decidió confiar en que el afecto que Emi sentía por Lali se tradujera en una oportunidad para exponerle su caso personalmente, en lugar de hacerlo a través de sus intermediarios. Sonrió con amplitud e hizo tintinear las llaves del coche.

—Telefonéale y dile que allí estaremos.

Agus se subió las gafas por el puente de la nariz.

—De ti no ha dicho nada, Peter. Sólo ha invitado a Lali.

Peter apretó las llaves con la mano.

—Se refería a los dos.

—Creo que no. Me ha dicho que le dijera a Lali que no se arreglara porque sólo estarían ellas.

Agus se marchó a toda prisa.

Peter soltó una ristra de palabrotas. Emi seguía evitándolo. Le encantaba el guión de La casa del árbol, pero como aspirante a vicepresidenta, nunca respaldaría la película a menos que él renunciara a ser el productor y protagonista, lo que acabaría con el objetivo de Peter de reactivar su carrera. A veces pensaba que debería comprar un espacio publicitario en la revista Variety y anunciar al mundo que ya no era el muchacho salvaje y sin la suficiente personalidad para asimilar el éxito de antes. O quizá bastaría con algo más simple, como «¿Qué tal una jodida segunda oportunidad?».

Si al menos Emi accediera a hablar con él en persona, pero lo más cerca que había conseguido estar de ella había sido la noche del incidente, en su jardín. Incluso, unos días más tarde, entró en su finca por la puerta del muro con una botella de Cristal como disculpa por haberla despertado, pero uno de sus empleados cogió el champán y así, sin más, cerró la puerta de la casa.

Peter miró fijamente a Lali. Gracias a Cande, había ganado suficiente peso para que aquellos enormes ojos verdes que lo miraban a través del flequillo, hubieran perdido su aspecto hundido, y su brillante pelo castaño se curvaba junto a unas mejillas más rellenas que antes.

—Quiero verte en mi despacho dentro de diez minutos.

Lali abrió la boca para mandarlo al cuerno, pero él estaba preparado.

—A menos que no estés interesada en ver el guión de La casa del árbol…

Sabía que la había pillado, así que se alejó sin volver la vista atrás.

Ella le hizo esperar diez minutos más de lo que él había dicho. No había empleado aquel tiempo en cambiarse de ropa, pues seguía llevando el mismo conjunto que se había puesto para la salida matutina en beneficio de los paparazzi: un jersey de punto amarillo limón con el cuello redondo y ligeramente volteado, una rebeca muy corta y tan ligera como una telaraña y unos pantalones anchos de cutí, de color verde y crema, que sólo a alguien tan delgado como ella podían sentarle bien. El conjunto ocultaba mucho más de lo que revelaba, lo que lo convertía en endiabladamente sexy.

Lali dio el primer paso en aquel nuevo juego que habían iniciado, señalando con la cabeza el letrero de Jake Koranda en su papel de Calibre Sabueso.

—Él sí que es un hombre de verdad.

—Me aseguraré de transmitirle tu opinión. —Peter estrujó una pelota de goma con la mano imitando a Humphrey Bogart en El motín del Caine—. Para variar, necesito un poco de cooperación.

Ella puso cara de sentirse herida.

—¿Qué quieres decir con «para variar»? Yo siempre coopero. —Se dejó caer en el sofá—. Está bien, en general coopero con otras personas, pero aun así…

—Deja de bromear y escúchame. —Apretó la pelota en la palma de la mano y extendió el dedo índice señalando la nariz de Lali—. No me sabotees con Emi Keene.

—Yo nunca haría algo así.

—¿Ah, no? A Emi le encanta todo de La casa del árbol salvo…

—¿Tú? —Lali abrió más sus enormes ojos verdes—. Será porque tienes mala reputación.

—Gracias por aclarármelo. —Dejó la pelota sobre el escritorio—. Tengo que hacer esta película, Lali. Yo, sólo yo. Tienes que convencer a Emi de que me he convertido en el Marido del Año.

—No es verdad.

—Fíngelo.

—¿Me estás pidiendo ayuda?

Otra vez actuando como la huérfana Annie de grandes ojos, pero Lali siempre había sido una mujer de equipo y Peter supuso que le ayudaría… después de hacérselo pasar realmente mal.

Ella se llevó un dedo a la mejilla.

—Si le hago la pelota a Emi por ti, ¿qué obtendré yo a cambio?

—Sexo caliente y mi eterna gratitud.

Lali fingió reflexionar sobre su propuesta.

—No. No es suficiente.

—Dejaré que Meg se quede en la casa de invitados.

—Meg ya está instalada en la casa de invitados.

—Te lo diré de otra manera: no le tiraré los tejos mientras esté en la casa de invitados.

—Sea como sea, tú nunca le tirarás los tejos. Siempre la has tratado como si tuviera doce años. —Al final, habló en serio—. Quiero leer el guión antes de verme con Emi esta tarde. Dámelo.

—Ya te he dicho que te permitiría verlo.

—Sí, pero no me has dicho que me dejarías leerlo.

—Vaya, te habías dado cuenta.

Lali alargó el brazo.

Peter titubeó y dijo:

—En lo que a guiones se refiere, no se puede decir que tu juicio sea muy bueno. Al fin y al cabo, protagonizaste Verano en la ciudad.

—Y también Gente guapa, que fue otra bazofia. Y también Concurso de baile, que todavía no has visto y no te recomiendo que lo hagas. —Lali agitó la mano que le tendía a Peter—. Pero todo eso forma parte del pasado. Ahora tienes delante a una Lali Esposito nueva. Dámelo.

Ella ya no era la incauta de antes, así que Peter no tenía opción. Sacó el guión encuadernado del cajón de en medio del escritorio, el que ella había registrado tres semanas antes y en el que sólo había encontrado un teléfono roto. Lali se lo arrancó de las manos antes de que él cambiara de opinión, lo saludó alegremente con la mano y se fue.

Peter odiaba pedir ayuda, sobre todo a Lali, así que se hundió en la silla para regodearse en su desgracia. Cuando vio que eso no lo llevaba a ninguna parte, volvió a enfrascarse en el ordenador. Aunque el guión era muy bueno, precisaba algunos retoques, y él había estado corrigiendo alguna que otra escena desde que lo había leído por primera vez. Podía imaginarse lo que Lali diría si supiera que alguien que había abandonado el colegio antes de terminarlo, estaba modificando los textos de Sarah Carter. O, lo que era peor, se imaginaba cuánto se reiría si averiguara que él en persona había escrito un guión.

Pero no, ella no se reiría. A diferencia de él, Lali no tenía ni un ápice de crueldad y Peter incluso la imaginaba pronunciando unas palabras bienintencionadas de ánimo.

La idea lo sacó de quicio. No necesitaba falsos ánimos de nadie, y menos de Lali. Se había hecho a sí mismo, había estropeado su vida él solito y ahora estaba saliendo adelante de la misma forma. Él solo.

Continuará...

Capítulo 25

 

Lali leyó el guión con sumo interés y, al cabo de dos horas, ya lo había terminado. Era tan maravilloso como el libro. Una oportunidad increíble… y no sólo para Peter.

La casa del árbol contaba la historia de Danny Grimes, encarcelado injustamente por abusar sexualmente de una niña. Lo soltaban por una cuestión técnica y la enfermedad terminal de su padre lo obligaba a regresar a su casa y enfrentarse tanto a los habitantes de su ciudad como a la agresiva fiscal, ahora senadora, que había escondido las pruebas de ADN para asegurarse de que lo condenaban. El autoimpuesto aislamiento de Danny se veía amenazado por sus sospechas de que la niña de la casa de al lado era víctima de abusos por parte de su padre. El guión resultaba potente y emocionante, con personajes complejos y fascinantes que en ningún caso eran lo que parecían ser.

Encontró a Peter dando brazadas en la piscina. Ella se quedó en el bordillo, cerca de la cascada, y cambió el peso de pierna con impaciencia mientras esperaba a que él se detuviera. Peter la vio, pero siguió nadando. Lali asió el recogedor de hojas y le golpeó en la cabeza.

—¡Eh!

Peter se dio la vuelta salpicando el aire con el agua.

Ella inspiró hondo.

—Quiero interpretar a Helene.

—¡Buena suerte!

Se sumergió y nadó hasta la escalerilla al otro extremo de la piscina.

Lali dejó el recogedor. El corazón le latía con fuerza por la excitación. En cuanto terminó de leer la primera escena, supo que tenía que hacer el papel de la fría y ambiciosa fiscal. Ésta era, exactamente, la oportunidad que estaba esperando. Interpretar a Helene acabaría con años de encasillamiento y constituía el reto que tanto anhelaba. Caminó hasta la escalerilla.

—El guión es genial. Emocionante, complejo, e induce a la reflexión. Tiene todo lo que me dijiste. Tengo que interpretar a Helene. Lo digo en serio.

El agua resbaló por el cuerpo de Peter cuando salió de la piscina.

—Por si no has prestado atención, tengo un ligero problema para conseguir financiar la película, así que decidir qué actriz interpretará a Helene es lo último que me preocupa.

Lali cogió la toalla y se la tendió.

—Pero si consigues luz verde… La única razón de que nadie piense en mí como actriz dramática es que nunca he tenido la oportunidad de demostrar mi valía. Y no me digas que la audiencia sólo nos vería como Thiago y Marianella. La historia de amor es entre Danny y la enfermera, no con Helene. Sé exactamente cómo interpretar ese papel. Y trabajaré por el mínimo dinero.

—A ver si lo entiendes: aunque consiga la financiación para esta película, tú no interpretarás a Helene. —Peter se frotó la cabeza con la toalla y se la colgó del cuello—. Teniendo en cuenta lo deslucida que ha sido mi carrera durante los últimos años, esta película necesita una actriz con un probado historial de éxitos de taquilla y, enfrentémonos a la verdad, tu cara se vende mucho más en la prensa del corazón que en las taquillas de los cines.

Lali se negó a admitirlo.

—Piensa en la publicidad que supondría que los dos rodáramos una película juntos. El público haría cola para ver el resultado.

—Sería desastroso. —Peter dejó la toalla en una silla—. Lali, esta discusión es más que prematura.

—¿Piensas que no puedo interpretar un personaje complejo? ¿Tú sí pero yo no? ¡Estás muy equivocado! Yo tengo la disciplina y la resolución para hacerlo.

—Lo que significa que piensas que yo no las tengo.

Ella no quería insultarlo de una forma descarada, pero la verdad era la verdad.

—No puedes usar trucos para interpretar a Danny. Él está amargado y torturado. Ha soportado algo que nadie debería tener que experimentar.

—Yo he vivido con este guión durante más de un año —replicó Peter—, y sé muy bien qué hay en el interior de Danny. Y ahora, en lugar de discutir, ¿por qué no utilizas tu cerebro para decidir cómo vas a convencer a Emi Keene de que soy un ciudadano serio y responsable y que tiene que reunirse conmigo?





Lali utilizó la puerta del muro del jardín. La casa de estilo normando y ladrillos blancos de Emi era más grande que la de Peter, pero no tan acogedora. En la parte trasera, las terrazas daban a la piscina y al jardín de diseño formal. Emi estaba sentada a la sombra de un porche lateral, en un sofá de hierro forjado cubierto con cojines naranja brillante. Con su largo cabello rubio recogido en una coleta y sentada encima de sus piernas dobladas, debería haber perecido una madre de clase media dedicada a sus hijos, pero no era así. Incluso en un entorno tan informal, despedía la tranquila e intimidante seguridad de una ejecutiva emprendedora.

Emi dejó a un lado el guión que estaba leyendo y le ofreció a Lali una copa de champán. Ahora que Peter no era el único que se estaba jugando algo, ella se esforzó en mantener su nerviosismo bajo control mientras aceptaba la copa y se acomodaba en un sillón cercano al sofá. Charlaron sobre los ingresos de taquilla del fin de semana anterior y sobre el éxito del último estreno de Jack Black. Al final, Emi sacó a relucir la razón de haberla invitado.

—Lali, esto es un poco delicado… —Su mirada firme indicaba que la delicadeza no le preocupaba mucho—. Desde que salieron aquellas horribles fotografías, me he estado diciendo que debo ocuparme de mis asuntos, pero no puedo. Si te ocurriera algo, nunca me lo perdonaría.

Lali no se esperaba aquello y se sintió incómoda. Aunque los cotilleos de la prensa se estaban apaciguando, era evidente que a Emi no se la convencía tan fácilmente.

—No le des más vueltas. En serio. Todo va bien. Ahora háblame de la casa. Me sorprendió saber que estabas de alquiler.

Emi bebió un sorbo de champán y dejó la copa en la mesa que tenía al lado.

—La alquila el estudio. Es nuestra versión de la Casa Blanca. Yo tengo mi zona privada, pero reservamos un ala aparte para los invitados especiales: VIP de la empresa, directores, productores, personas a las que queremos agasajar… Ahora mismo, estamos hospedando a unos directores de cine extranjeros realmente increíbles. Forman parte de un proyecto que estoy promoviendo.

—Estoy segura de que se sentirán halagados de hospedarse aquí.

—Un equipo de empleados se encarga de atenderlos. Yo no tengo que entretener a nadie si no lo deseo. —Emi desplegó las piernas y volvió a dirigir la imponente fuerza de sus ojos de hielo hacia Lali—. Si alguna vez te sientes… incómoda, como si necesitaras marcharte a toda prisa, puedes venir a mi casa. A cualquier hora del día o la noche.

Lali no sabía qué odiaba más, si la idea de que Emi creyera que Peter era un maltratador o la de que ella tenía tan poca autoestima que permitiría que alguien abusara de ella.

—Aquellas fotos eran engañosas, Emi. Sé que parecía que estuviéramos peleándonos, pero no es cierto. Sinceramente, Peter nunca me haría daño. Volverme loca, sí, pero hacerme daño físicamente, nunca.

—Las mujeres no siempre piensan razonablemente cuando hay un hombre como Peter Lanzani por medio —declaró Emi—. Y después de lo que pasaste con Pablo…

—Me emociona que te preocupes por mí, de verdad, pero no es necesario. —Lali no quiso dejar escapar la ocasión—. Ya has intentado cuidarme antes. Te lo agradezco, pero no puedo evitar preguntarme por qué.

—No te acuerdas de lo que hiciste por mí, ¿no?

—Espero que te prestara unos pendientes preciosos de diamantes y que estés pensando en devolvérmelos.

Emi esbozó su sonrisa de diosa de las nieves.

—No tienes esa suerte. —Cogió su copa de champán y la hizo girar con los dedos—. Cuando trabajé en Thiago y Marianella siempre te mostraste amable con los miembros del equipo.

Lali nunca había entendido la lógica de las estrellas que les hacían la vida imposible a las personas cuyo trabajo consistía en que tuvieran mejor aspecto. Además, su padre nunca le habría permitido comportarse como una diva. Aun así, ser amable con el equipo no le parecía una razón suficiente para que Emi se preocupara por ella.

—También me gusta ver que la gente decente alcanza el éxito.

Emi bebió otro sorbo de champán.

En aquellos momentos, Lali no se sentía precisamente como una persona de éxito.

—Tú fuiste la mejor asistente de producción que trabajó en la serie. Lamenté que sólo te quedaras una temporada.

—Trabajar en aquel programa era duro. Demasiada testosterona.

Lali se acordó de cuando se burló de Peter por habérselo hecho pasar mal a Emi, pero ahora no le pareció tan divertido.

—Peter intentó ligar contigo, ¿no?

—Continuamente. —Emi tiró, distraída, del diamante de su pendiente—. Pero el verdadero problema fueron sus amigos.

—Eran unos imbéciles. Un puñado de parásitos que vivían de él. Me alegra decirte que ya se los ha sacado de encima.

Peter se había sacado de encima a todo el mundo, lo que resultaba extraño para alguien que siempre había procurado estar rodeado de gente.

—Introducían imágenes pornográficas en mi carpeta de trabajo —explicó Emi con calma—. Tiraban del cierre de mi sujetador cuando pasaba por su lado. Y cosas peores.

—¿Y Peter no lo impidió?

—No creo que se enterara de lo peor. Pero ellos eran sus amigos e insistía en que se les permitiera estar en el plató. Cuando intenté hablar con él sobre ellos, me dijo que lo dejara en paz. —Se rodeó una muñeca con la otra mano—. Una tarde, dos de ellos me acorralaron.

Lali se enderezó en el sillón.

—¡Ahora me acuerdo! Aquel día ya habíamos acabado de rodar, pero yo me había dejado un libro o algo en el plató. Regresé para cogerlo y vi que te habían inmovilizado contra la pared. Me había olvidado de que aquélla eras tú.

—Sí, era yo. Tú te pusiste a gritarles, e incluso les propinaste un par de puñetazos. Puede que sólo fueras una adolescente, pero tenías mucho más poder que una simple ayudante de producción y ellos se largaron. Después fuiste a hablar con los productores. Les prohibieron volver al plató y Peter no pudo hacer nada para evitarlo. —Emi ladeó la cabeza ligeramente—. Nunca olvidaré que salieras en mi defensa.

—Cualquiera habría hecho lo mismo.

—Quién sabe. La cuestión es que no olvido a mis amigos.

Lali se acordó de Peter.

—Supongo que tampoco olvidas a tus enemigos.

Emi arqueó una ceja.

—No, a menos que mi pérdida de memoria haga que el estudio gane mucho dinero.

Lali sonrió y después se puso seria.

—Si entre tú y Peter no hubiera esa historia del pasado, ¿te sentirías distinta respecto a La casa del árbol?

—Los estudios invierten en algo más que en el simple guión. Se trata de todo el conjunto.

—Y en este caso Peter es el eje.

—Pero no tiene experiencia en proyectos como éste.

Peter llevaba en el negocio desde que era un adolescente. Era su carácter, no su falta de experiencia lo que le producía rechazo a Emi, quien no se anduvo con miramientos.

—Peter se ha ganado su mala reputación a pulso, Lali. Ha decepcionado a muchas personas.

—Lo sé, pero… la gente cambia. Nunca lo he visto tan entusiasmado por nada.

Emi esbozó una sonrisa distante tipo hollywoodiense que significaba que la decisión estaba tomada. Al tener a Nico como padre, Lali nunca había necesitado presionar a los demás, pero nadie más que ella podía librar aquella batalla. Ella ansiaba desesperadamente interpretar a Helene, y el éxito de Peter ponía a su alcance esa oportunidad.

—Creo que el entusiasmo es muy importante a la hora de realizar una gran película —declaró—. Toda la experiencia del mundo no significa nada si el realizador no está enamorado del proyecto.

La pasión genuina que Peter experimentaba hacia La casa del árbol le obligó a plantearse cuánto tiempo hacía que ella no experimentaba aquel tipo de sentimiento. Interpretar a Helene se lo permitiría de nuevo.

Emi se inclinó y miró a Lali con firmeza e intensidad.

—Si de verdad quieres ayudar a Peter, convéncelo para que se retire y me deje a mí llevar adelante el proyecto.

—En cuyo caso él no sería el productor ni el protagonista…

—Él es un buen actor, pero esta película necesita uno de primera categoría y Peter es demasiado limitado.

Limitado. Justo lo que se suponía que ella era también.

—Ya está bien de hablar de trabajo. —Emi había dicho lo que tenía que decir y cambió de tema—. He oído decir que la hija de Jake y Fleur ya ha regresado a Los Ángeles.

Lali no podía presionarla más, así que dejó que la conversación derivara a las amistades.

—Las buenas amigas requieren tiempo, algo que yo nunca he tenido —declaró Emi con su calma habitual—. Pero todo tiene un precio y a mí me encanta mi trabajo, así que no me quejo.

Quizá no se quejara, pero Lali creyó percibir arrepentimiento en su voz. Ella no podía imaginarse la vida sin el apoyo de sus amigas y, justo antes de irse, no pudo evitar invitar a Emi a la cena del día siguiente.

Para su sorpresa, Emi aceptó.





Peter la estaba esperando al otro lado de la puerta del jardín.

—¿Cómo ha ido?

—Bien.

Ya le contaría al día siguiente que había invitado a Emi. Si se lo contaba en ese momento, Peter correría a contratar a un chef francés y una orquesta. Con el dinero de ella.

—¿Cómo de bien?

—Te dije que no te sabotearía y no lo he hecho.

—¿De verdad?

—Le he dicho que has madurado y que sientes verdadera pasión por el proyecto.

—¿Se lo has dicho con la cara sería?

—¡Sí, con la cara sería! ¡Joder!

Peter la estrechó entre sus brazos y le dio un largo beso. El beso fue sensual, porque él daba unos besos muy sensuales, pero sobre todo fue un beso entusiasta, como un Doberman que encuentra un jugoso hueso en su camino. Así, sin más, Lali sintió que se derretía. ¿Y por qué no? Después de lo que había pasado, se merecía todo el placer frívolo que pudiera conseguir.

Peter le cogió el trasero con ambas manos.

—¿Dónde está Meg?

—En un concierto. ¿Quieres hacer un trío?

—Esta noche no.

La besó otra vez. Y otra. Al poco rato se estaban tocando irrefrenablemente. Él la soltó de una forma tan abrupta que Lali casi se cayó al suelo.

—¡Cande! ¡Agus! —Peter salió disparado hacia el porche—. ¡Venid aquí!

Tuvo que llamarlos dos veces para que acudieran. Agus estaba trabajando horas extra para rediseñar la página Web de Lali y unos auriculares Bose colgaban de su cuello. Cande apareció empuñando un cuchillo de cocina de aspecto intimidante. Peter les tendió un par de billetes de cincuenta dólares que acababa de sacar de su billetero.

—Ya habéis acabado por hoy. Aquí tenéis un extra por ser unos empleados tan fieles. Ahora largaos. Nos vemos mañana por la mañana.

Agus contempló los billetes como si fuera la primera vez en su vida que veía dinero. Cande distendió su ceño semipermanentemente fruncido.

—Estoy a mitad de preparar la cena.

—Seguro que mañana estará deliciosa para comer.

Peter los cogió por un brazo y los empujó hacia la puerta que comunicaba con el garaje mientras Cande no dejaba de protestar.

—¡Al menos deja que apague el puto horno antes de que incendies toda la casa!

—Ya me encargaré del horno.

Cuando Cande y Agus se fueron, Peter regresó en busca de Lali. En cuestión de segundos estaban en la casa con todas las puertas cerradas. Después de un corto rodeo para apagar el horno, llegaron al dormitorio. Las prisas de Peter emocionaron a Lali, quien lo miró ceñuda.

—¿No crees que ha sido un poco… precipitado?

—No. —Peter cerró la puerta del dormitorio con llave—. Quítate la ropa.

Continuará...

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Ustedes cumplen yo cumplo. Acá tienen los otros 2 capítulos que les prometí!

Mañana más c:

Besos y abrazos ♥

@getcrazywithlip

 

4 comentarios:

  1. ai no!!!!!!!!!! no podes dejarlo ahi!!!! te juro que me estas matando!!!!!!!!!! :) NECESITO MAS YA! ME ENCANTA!

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  2. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!

    No me puedes dejar asíª!!!

    Espero más

    Un beso

    @LittleKitKat_

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  3. aaaah quiero mas por favor!!no me puedes dejar asi!!! me encantó ambos capitulos! ya estoy al día con los que tenía atrasados, un beso

    @cf_planzani_cat

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  4. Aa eres terrible jaja mentira pero la vas a cortar ahi
    Necesito otro!!!

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