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domingo, 7 de julio de 2013

Capítulo 4

 

Si no os gusta la nove me lo decis y la dejo de subir y ya veré si subo otra o no. Necesito sus comentarios y opiniones sobre si la sigo o la dejo...

Besos y abrazos ♥

@getcrazywithlip
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¿Qué haría Marianella Rinaldi en su situación? Ésa era la pregunta que Lali se formulaba sin cesar y así fue como acabó cruzando la terraza del Ivy hasta una mesa situada junto a la valla blanca del famoso restaurante. Marianella Rinaldi, la decidida huérfana que se escondió en las dependencias de los sirvientes de la mansión Bedoya Agüero para escapar de los servicios sociales, habría tomado las riendas de su propio destino, y Lali hacía demasiado tiempo que debería haber hecho exactamente lo mismo.

Saludó con la mano a un rapero famoso, con la cabeza a un periodista de un programa televisivo, y lanzó un beso a un antiguo protagonista de la serie Anatomía de Grey. Sólo Emi Keene, la nueva directora de Vortex Studios, estaba demasiado absorta en una conversación con uno de los jefes de la agencia de talentos C.A.A. para darse cuenta de la llegada de Lali.

Punto número uno de la nueva agenda de Lali: ser vista en público acompañada del hombre perfecto. Como la humillante fotografía de ella contemplando la ecografía del bebé de Pablo había aparecido en multitud de medios de comunicación, ahora tenía que dejar de esconderse y hacer lo que debía haber hecho meses atrás. Aquella cita para comer tenía que provocar la suficiente sensación para que todo el mundo olvidara su anterior expresión de sorpresa.

Por desgracia, el hombre perfecto que ella había elegido para su primera cita aún no había llegado, obligándola a sentarse sola en una mesa para dos. Lali intentó aparentar que se sentía contenta de disponer de unos minutos para estar a solas. No podía enfadarse con Gaston. Aunque no había conseguido convencerlo de la boda, al menos había aceptado aparecer durante unas semanas en el circo de medios que la rodeaba.

El restaurante Ivy era una institución en Los Ángeles, el lugar perfecto para ver y ser visto, con un ejército de paparazzi acampados permanentemente a la entrada. Las celebridades que comían allí y simulaban sentirse molestas por la atención de los medios eran los hipócritas más grandes del mundo, sobre todo los que se sentaban en la terraza exterior, cuya valla se extendía a lo largo del concurrido Robertson Boulevard.

Lali se sentó bajo una sombrilla blanca. Beber vino a mediodía podía interpretarse como que estaba ahogando sus penas en alcohol, así que pidió un té helado. Dos mujeres se pararon en la acera, al otro lado de la valla, y la contemplaron embobadas. ¿Dónde estaba Gaston?

Su plan era sencillo. En lugar de evitar la publicidad, flirtearía con ella, pero con sus condiciones: como una mujer sin pareja que se estaba divirtiendo como nunca. Saldría unas semanas con un hombre perfecto y otras más con otro, pero nunca el tiempo suficiente para sugerir que se trataba de una relación de amor seria. Sólo por diversión, diversión y diversión, acompañada de montones de fotografías de ella riendo y pasándoselo bien; fotografías que su publicista se aseguraría de que se distribuyeran adecuadamente. Lali conocía una docena de actores muy atractivos que ansiaban publicidad y conocían las reglas del juego. Gaston iniciaría la campaña. ¡Si al menos fuera más puntual!

¡Y ojalá la idea de alentar voluntariamente la publicidad no le resultara tan repugnante!

Transcurrieron cinco minutos. Lali se había vestido especialmente para la ocasión, con el conjunto que su talentosa estilista había elegido para ella, un vestido de tirantes de algodón negro con un ribete ancho y rojo en el corpiño y unas hojas ocres y marrones estampadas aleatoriamente por la corta y estrecha falda. Unos zapatos con tacón de cuña atados a los tobillos y unos pendientes ámbar completaban su aspecto de sofisticación informal y poco convencional, el cual encajaba más con ella que los estilos recargados o sexys. Además, le habían confeccionado el vestido de forma que camuflara su pérdida de peso.

Habían transcurrido ocho minutos. Al final, Emi Keene la vio y la saludó con la mano. Lali le devolvió el saludo. Quince años atrás, durante la segunda temporada de Thiago y Marianella, Emi era una simple ayudante de producción, pero ahora dirigía la productora Vortex Studios y era una de las mujeres más poderosas de Hollywood. Como las dos últimas películas de Lali habían sido sonados fracasos de taquilla y la que acababa de rodar se prometía incluso peor, Lali detestó que alguien tan influyente la viera allí sentada con aspecto de perdedora. Claro que, ¿qué había de nuevo en eso?

Nunca había sido una derrotista y tenía que dejar de pensar como si lo fuera. Aunque ya habían pasado diez minutos…

Fingió no darse cuenta de las miradas que le dirigían, pero ya había empezado a sudar. Estar sola en el Ivy equivalía a ser víctima de un vacío público. Lali consideró sacar el móvil, pero no quería que pareciera que tenía que recordarle la cita a su acompañante.

En el otro extremo de la terraza, un grupo de herederas jóvenes, delgadas, absolutamente estilosas y de cara bonita y vacía se había reunido para comer. Entre ellas estaba la insulsa hija de una decadente estrella del rock, la de un jefe de un estudio cinematográfico y la de un magnate internacional fabricante de un refresco. Las jóvenes eran famosas por ser famosas, iconos de todo lo que estaba de moda y resultaba inalcanzable para las mujeres comunes que contemplaban boquiabiertas sus fotografías. Ninguna de ellas quería admitir que vivía del dinero de papá, así que solían decir que eran «diseñadoras de bolsos». Sin embargo, su verdadero trabajo consistía en ser fotografiadas. Su líder, la heredera del refresco, se levantó de la mesa y se deslizó como un elegante Ferrari hasta la mesa de Lali.

—Hola, soy Madison Merril. Creo que no nos conocemos. —Giró las caderas en dirección a los potentes objetivos de los paparazzi que había al otro lado de la calle ofreciéndoles una vista fantástica del vestido de diseño trapezoidal de Stella McCartney—. Me encantaste en Verano en la ciudad. No entiendo que no fuera un gran éxito. A mí me chiflan las comedias románticas. —Una arruga surcó su frente perfecta—. O sea, también me encantan las películas serias, ya sabes, como las de Scorsese y tal.

—Comprendo.

Lali estampó una alegre sonrisa en su cara y se imaginó a los paparazzi disparando sus cámaras y obteniendo unas estupendas fotografías de la fotogénica Madison Merrill junto a una escuálida Lali Esposito, sentada sola en una mesa para dos.

—Thiago y Marianella también era fantástica. —Madison retrocedió un paso para que la sombrilla de la mesa no le ensombreciera la cara—. Era mi serie favorita cuando tenía unos nueve años.

La chica era demasiado tonta para ser sutil. Tendría que trabajarse ese aspecto si quería seguir destacando en Los Ángeles.

Madison contempló la silla vacía.

—Tengo que volver con mis amigas. Si no vas a comer con nadie ¿podrías sentarte con nosotras? —Convirtió la invitación en una pregunta.

Lali jugueteó con uno de sus pendientes ámbar.

—¡Oh, no! Lo han entretenido en una reunión. Le he prometido que lo esperaría. ¡Hombres!

—Sí, claro.

Madison saludó a los fotógrafos y regresó a su mesa.

Lali se sentía como si una flecha de neón resplandeciente señalara la silla vacía que había al otro lado de la mesa. Miles de hombres de todo el mundo, millones, darían cualquier cosa para comer con Marianella Rinaldi, y ella había tenido que elegir a su informal y antiguo mejor amigo.

El camarero de Lali se acercó por tercera vez.

—¿Está segura de que no quiere pedir la comida, señorita Esposito?

Lali estaba atrapada. No podía quedarse y tampoco irse.

—Otro té helado, por favor.

El camarero asintió.

Lali levantó la muñeca y observó de forma patente su reloj. No podía alargarlo más. Tenía que hacer ver que recibía una llamada. Sería su acompañante para decirle que había sufrido un percance de tráfico. Al principio se fingiría preocupada y después exhibiría alivio porque nadie hubiera resultado herido. A continuación, se mostraría totalmente comprensiva.

«¡Plantada! Hombre misterioso no se presenta a la cita con Lali»

Ya podía ver la fotografía de ella sola en aquella mesa. ¿Cómo podía un plan tan sencillo haber fallado tan deprisa? Debería empezar a salir a la calle con un séquito, como hacían muchos famosos, pero ella siempre había detestado estar rodeada por acompañantes de pago.

Cuando se disponía a sacar el móvil, fue consciente de una leve agitación en la atmósfera, una corriente eléctrica invisible que recorría la terraza. Levantó la vista y se le heló la sangre. Peter Lanzani acababa de llegar.

Todas las cabezas giraron de un extremo al otro de la terraza, como en una partida de pingpong, de Peter a ella y de nuevo a él, que iba vestido como el segundo y ocioso hijo de un monarca europeo exiliado, con una americana de diseño, seguramente de Gucci, unos vaqueros de calidad que enfatizaban su metro noventa de estatura y una camiseta negra desteñida que significaba que todo le importaba un cuerno. Dos hombres que eran modelos se lo comieron con ojos de envidia. Madison Merrill se medio incorporó para interceptarle el paso, pero Peter se dirigió directamente hacia Lali.

Los frenos de los coches chirriaron conforme los paparazzi zigzagueaban entre el tráfico para cruzar la calle y conseguir la fotografía de la semana, quizá del mes, pues nadie los había visto juntos desde que se dejara de transmitir la serie. Peter llegó a la mesa, se inclinó por debajo de la sombrilla y le dio a Lali un leve beso en los labios.

—Gas no ha podido venir. —Mantuvo la voz baja para evitar ser oído—. Ha tenido un contratiempo inevitable de última hora.

—¡No puedo creer que estés haciendo esto!

Pero sí que podía creerlo. Peter quería conseguir algo de ella, ¿quizás una escena en público? Lali obligó a sus helados labios a curvarse esperando que las cámaras lo captaran como si fuera una sonrisa.

—¿Qué le has hecho a Gaston?

—¡Qué suspicaz! El pobre se ha lesionado la espalda al salir de la ducha.

Peter se sentó en la silla enfrente de Lali, mantuvo la voz tan baja como ella y esbozó su sonrisa más seductora.

—Entonces, ¿por qué no me ha telefoneado cancelando la cita? —preguntó ella.

—No quería despertar malos recuerdos. Como cuando Pablo el Perdedor canceló vuestro matrimonio. Gas es muy considerado en ese sentido.

Lali amplió su sonrisa, pero su susurro era puro veneno.

—Me estás tendiendo una trampa. ¡Lo sé!

Peter fingió reírse por estar pasándoselo bien.

—Mira que eres paranoica. Y desagradecida. Aunque Gas se estaba retorciendo de dolor, no quería que estuvieras sentada aquí sola. Puede que no lo sepas, Mar, pero todos los habitantes de esta ciudad ya sienten lástima por ti y Gas no quería avergonzarte más de lo que ya lo has hecho tú misma. Por eso me ha llamado.

Lali apoyó la mejilla en la mano y contempló a Peter con afecto fingido.

—Mientes. Gas sabe mejor que nadie lo que siento por ti.

—Deberías agradecerme que haya querido ayudarte.

—Entonces, ¿por qué has llegado media hora tarde?

—Ya sabes que siempre he tenido problemas para ser puntual.

—¡Y una mierda! —Lali sonrió a las cámaras hasta que las mejillas le dolieron—. Querías hacer una gran entrada. A mi costa.

Peter también siguió sonriendo y ella inclinó la cabeza a un lado y se echó a reír. Entonces Peter alargó el brazo y le acarició la barbilla, y fue como si volvieran a ser Thiago y Marianella otra vez.

Cuando el camarero apareció, el montón de fotógrafos de la acera llegaba hasta la calle y el estómago de Lali se había convertido en un nudo. En cuestión de minutos, aquellas fotografías estarían en millones de pantallas de ordenadores de todo el mundo y el circo sería un auténtico hervidero.

—Pastel de cangrejo para Marianella —pidió Peter con un elegante gesto de la mano— y un whisky con hielo para mí. Laphroaig. Y unos raviolis de langosta.

El camarero se alejó.

—¡Dios, cuánto necesito un cigarrillo!

Cogió la mano de Lali y le rozó los nudillos con el pulgar, una caricia indeseada que a ella le quemó la piel. Lali notó que él tenía un callo en la base del dedo y no pudo imaginar cómo se lo había hecho. Peter podía haber crecido en un barrio difícil, pero no había trabajado duro en toda su vida. Lali soltó una risotada alegre.

—Te odio.

Peter bebió un sorbo de su té helado y los cincelados bordes de su boca se curvaron en una sonrisa.

—El sentimiento es mutuo.

Continuará...

 

4 comentarios:

  1. A mi me gusta!. Ahora se está poniendo buena!

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  2. esoooo..me re encantoooo..ahora se viene lo intrigantee..jeje..ya quiero maas..@pl_mialma

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  3. Genia!! A mi me gusta de verdad! Si tardo en aparecer es xk llevo retraso xk leo mas de 20 jaja pero la leo si o si!! A mi la primera k publique me paso lo mismo... Asi q se a q te refieres! Un beso @cf_planzani_cat

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  4. Divino Me encanto!!
    Como se pueden odiar, luego veremos en que se convierte ese odio jaja
    Y a mi si me gusta la nove
    Beso<3

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