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martes, 9 de julio de 2013

Capítulos 5 y 6


 
Él no tenía ninguna razón para odiarla. Ella había sido la actriz disciplinada mientras que él solito había arruinado una de las mejores series de la historia de la televisión. Durante los dos primeros años de Thiago y Marianella, Peter sólo se había portado mal ocasionalmente, pero con el tiempo se volvió más y más incontrolable, y cuando la relación entre Thiago y Marianella empezó a volverse romántica, él sólo se preocupó de pasárselo bien. Se gastaba el dinero tan deprisa como lo ganaba, comprándose coches de lujo, ropa de diseño y manteniendo un ejército de parásitos de su infancia. El equipo de rodaje no sabía, de un día para otro, si se presentaría en el plató sobrio o ebrio, ni siquiera si se presentaría. Peter destrozaba coches y salas de baile y se burlaba de cualquier intento de frenar sus temeridades. Nada ni nadie estaba a salvo de él, ni las mujeres ni las reputaciones, y tampoco las provisiones de drogas de algún miembro del equipo.


Si hubiera estado interpretando un personaje más turbio, la serie podría haber sobrevivido a la cinta de sexo que salió a la luz hacia el final de la octava temporada, pero Peter interpretaba a Thiago Bedoya Agüero, un chico bueno y convencional que era el joven heredero de la fortuna Bedoya Agüero, e incluso sus fans más fieles se sintieron indignados por lo que vieron. Pocas semanas después, Thiago y Marianella se canceló y Peter se ganó el desprecio del público y el odio de todos los implicados en la serie.

La comida duró hasta que Lali ya no pudo aguantar más. Dejó el tenedor junto al apenas probado pastel de cangrejo, consultó su reloj e intentó adoptar la expresión de que, por desgracia, el día de Navidad había llegado a su fin.

—¡Oh… qué lástima! Tengo que irme.

Peter pinchó el último ravioli e introdujo el tenedor en la boca de Lali.

—No tan deprisa. No puedes irte del Ivy sin haber tomado un postre.

—No te atrevas a prolongar esta farsa.

—Ten cuidado, estás perdiendo tu cara de felicidad.

Lali tragó con esfuerzo de ravioli y volvió a estampar una sonrisa en su cara.

—Estás arruinado, ¿no? Mi padre invirtió mi dinero, pero tú malgastaste el tuyo. Por eso estás haciendo esto. Nadie quiere darte trabajo porque no eres de fiar y necesitas publicidad para volver a levantar cabeza.

Aunque Peter seguía trabajando, en aquellos momentos sólo conseguía papeles sin importancia: personajes de dudosa moralidad, esposos infieles, borrachos libidinosos… ni siquiera malos con personalidad.

—Estás tan desesperado que tienes que chupar de mi cobertura periodística.

—Tienes que reconocer que está funcionando. Thiago y Marianella juntos de nuevo. —Levantó la mano para llamar al camarero, quien se acercó con diligencia—. Tomaremos la tarta de nueces de pacana con crema de dulce de leche. Dos cucharas.

Cuando el camarero se fue, Lali se inclinó hacia delante y bajó la voz aún más.

—¡Cuánto te odio! Te contaré por qué. Te odio por convertir mi infancia en algo miserable…

—Cuando la serie empezó tenías quince años. No se puede decir que fueras exactamente una niña.

—Pero Marianella sólo tenía catorce años, y yo era muy inocente.

—¡Y tanto!

—Te odio por ponerme en ridículo con tus estúpidas bromas delante de los miembros del reparto, el equipo, la prensa… todo el mundo.

—¿Quién iba a pensar que picarías el anzuelo una y otra vez?

—Te odio por todas las horas que me pasé sentada en el plató esperándote.

—Poco profesional, lo admito. Pero tú tenías continuamente la nariz pegada a los libros, así que deberías darme las gracias por tu educación superior.

—Y te odio por tu despreciable comportamiento, que hizo que cancelaran la serie y a mí me costó millones.

—¿A ti? ¿Y qué hay de los millones que yo me costé a mí mismo?

—Al menos eso me hace sentirme bien.

—Muy bien, ahora me toca a mí… —Su sonrisa tenía un contorno suave—. Eras una mojigata engreída, cariño, y una chivata asquerosa. A la menor queja, te asegurabas de que papá Nico acudiera a los productores y montara un escándalo. Su princesita tenía que tenerlo todo a su gusto.

Lali no dejó de sonreír, pero sus ojos brillaron de rabia.

—Eso no es verdad.

—Además eras una actriz egoísta. Todo tenía que ajustarse al guión, nada de improvisaciones. Era asfixiante. —Peter volvió a acariciarle la barbilla.

Lali le propinó una fuerte patada en la pantorrilla, donde nadie podía verla. Él esbozó una mueca y ella le dio una palmadita en la mano.

—Tú sólo querías improvisar porque no te habías aprendido el papel.

—Siempre que intentaba llevar la serie un poco más allá de su zona de comodidad, tú me saboteabas.

—El desacuerdo no es lo mismo que el sabotaje.

—Me pusiste verde ante la prensa.

—¡Sólo después de la cinta de sexo!

—¡Menuda cinta de sexo! ¡Pero si yo estaba vestido!

—¡Pero ella no! —Lali enfatizó su huidiza sonrisa—. Di la verdad. Aborrecías que yo ganara más dinero que tú y que tuviera más poder como artista.

—Sí, claro. ¿Cómo podría olvidar tu memorable reposición de Annie?

—Mientras tanto, tú te escaqueabas del colegio y merodeabas por las esquinas. —Apoyó la barbilla en el dorso de la mano—. ¿Por fin conseguiste graduarte?

—Vaya, vaya… ¡Esto sí que es interesante!

Los dos estaban tan absortos en su discusión que no se dieron cuenta de la alta y adusta rubia que se acercaba a su mesa. Emi Keene, con su moño clásico y sus facciones largas y patricias, parecía más una habitual de la sociedad de la Costa Este que una poderosa ejecutiva de un estudio, pero durante la única temporada que trabajó como modesta asistente de producción en Thiago y Marianella ya resultaba un poco intimidante.

Peter se puso de pie de golpe y le dio un frío beso en la mejilla.

—Emi, ¡qué alegría verte! Estás guapísima, como siempre. ¿Has disfrutado de la comida?

—Mucho. No me puedo creer que estéis sentados a la misma mesa sin llevar sendas armas cargadas.

—Yo llevo la mía en el bolso —respondió Lali con una sonrisa a lo Marianella.

Peter apoyó la mano en el hombro de Lali.

—Las aguas están en calma. Hace tiempo que hicimos las paces.

—¿De verdad? —Emi se subió el asa del bolso al hombro y le lanzó a Peter una mirada dura—. Cuida bien a Lali. Esta ciudad tiene una provisión limitada de personas buenas y no podemos permitirnos perder a una de ellas.

Hizo un breve saludo con la cabeza, se dio la vuelta y se alejó.

La amable sonrisa de Peter se desvaneció y miró con desafío a Lali.

—¿Desde cuándo Emi y tú sois tan buenas amigas?

—No lo somos.

Sin previo aviso, él cruzó la terraza siguiendo a Emi.

Estar con Peter resultaba tan agotador como siempre, y Lali se alegró de disponer de unos minutos para recargar sus pilas. El postre llegó, pero a ella se le revolvió el estómago y apartó la mirada. Entonces recordó el día que su padre le dio el guión piloto de Thiago y Marianella para que lo leyera. Ella no tenía ni idea de que, a partir de entonces, su vida cambiaría para siempre.

La sencilla idea original era perfecta para una comedia de situación. Marianella Rinaldi era una simpática huérfana de catorce años que se presentaba en la lujosa mansión Bedoya Agüero, en el elegante barrio de North Shore, en Chicago. Quería localizar a una hermanastra suya que había trabajado allí para evitar que la destinaran a una familia de acogida, pero su hermanastra había desaparecido mucho tiempo atrás. Al no tener ningún lugar adonde ir, Marianella se escondía en la mansión, pero Thiago, el estirado heredero de quince años de la fortuna Bedoya Agüero, la descubría. Él, junto con los sirvientes, se veía envuelto a regañadientes en una confabulación para esconder a Marianella de los adultos de la familia Bedoya Agüero.

Nadie esperaba que la serie durara más de una temporada, pero se produjo una química excepcional entre los actores y los guionistas idearon tramas muy ingeniosas. Y, aún más importante, consiguieron que los personajes principales fueran más profundos que los estereotipos iniciales.

Lali le sonrió maliciosamente a Peter, que había vuelto.

—¿Ya has acabado de hacerle la pelota a Emi?

—He ido a comprar cigarrillos.

—¡Sí, claro!

—A comprar cigarrillos y a hacerle la pelota a Emi. Me gusta hacer varias cosas a la vez. ¿Nuestra maldita comida por fin se ha acabado?

—Incluso antes de que empezara.

Peter insistió en esperar con Lali dentro del restaurante hasta que el portero trajera el coche de ella. Lali se preparó antes de salir y, cómo no, en cuanto pisaron la acera los chacales los rodearon. Peter deslizó un brazo supuestamente protector alrededor de los hombros de Lali —ella sintió deseos de arrancárselo de un mordisco—, levantó la mano y ofreció a las cámaras su sonrisa más radiante.

—Sólo somos dos viejos amigos que han quedado para comer —dijo por encima del griterío—. No hagáis una montaña de esto.

—¡Se supone que vosotros os odiáis!

—¿Habéis enterrado el hacha de guerra?

—¿Estáis saliendo juntos?

—Lali, ¿has hablado con Pablo? ¿Sabe que sales con Peter?

Él adoptó una expresión de descontento, aunque ella sabía que era totalmente falsa.

—Dadnos un descanso, chicos. Sólo es una comida. Y no prestéis más atención a los rumores sobre un supuesto espectáculo de reencuentro de Thiago y Marianella. No va a suceder.

«¿Espectáculo de reencuentro?»

Los paparazzi se quedaron de piedra.


—¿El guión ya se ha escrito?

—¿El resto de los actores ya ha firmado el contrato?

—¿Dónde lo vais a rodar?

Peter le abrió camino a Lali hasta el coche. Ella intentó pillarle los dedos con la puerta, pero él fue demasiado rápido. Mientras arrancaban, Lali se obligó a sonreír y saludar a las cámaras, pero en cuanto estuvieron fuera del alcance de éstas, soltó un grito.

No existía ningún espectáculo de reencuentro, ni en los rumores ni en ningún otro lugar. Peter se lo había inventado para torturarla.



Continuará....


Capítulo 6

 
El sábado por la mañana, Lali aparcó cerca de Temescal Canyon Road, entre un polvoriento Bentley azul y un Benz Roadster rojo. Como los paparazzi todavía estaban durmiendo después de la salida de la noche anterior, no la siguió ninguna escolta indeseada.
—¡Llegas tarde! —exclamó Sasha cuando Lali salió del coche—. ¿Estabas demasiado ocupada besuqueándote con Peter Lanzani?
—Sí, eso es exactamente lo que estaba haciendo. —Cerró la puerta del coche dando un portazo.
Sasha se echó a reír. Tenía un aspecto increíble, como siempre, alta y esbelta, y vestida con una sudadera blanca con capucha de la casa L.A.M.B. y pantalones grises. Se había recogido el pelo liso y moreno en una coleta y ocultaba su cara con una gorra de visera rosa.
—No le hagas caso a Sasha. —April, la mayor y la única componente verdaderamente sensata de su estrecho círculo de amigas vestía una camiseta negra de la última gira de su marido—. Acaba de llegar. Hace sólo treinta segundos.
—Me he dormido —replicó Sasha—. Esto es lo que solemos hacer los jóvenes.
April tenía cincuenta y pocos años, unas facciones bonitas y llamativas, una expresiva cara de mandíbula cuadrada y el brillo de sus ojos hablaba por sí mismo de una bien merecida felicidad. Había sido la estilista de Lali durante años y, aún más importante, era una querida amiga suya. April sacudió su pelo rubio con mechas y le sonrió a Sasha con dulzura.
—Pues yo he dormido como un lirón. ¡Claro que ayer por la noche tuve una sesión de sexo ardiente!
Sasha frunció el ceño.
—Sí, claro, si yo estuviera casada con Jack Patriot también habría tenido una sesión de sexo ardiente.
—Pero no lo estás, ¿no? —replicó April con aires de suficiencia.
Treinta años antes, April había sido una conocida e incansable groupie de grupos de rock and roll, pero sus días de fama hacía tiempo que habían quedado atrás. Ahora era la esposa de Jack Patriot, un rockero legendario, la madre de un famoso quarterback de la liga de fútbol americano y abuela reciente. Ya no trabajaba como estilista, salvo para Lali, como favor.
Lali se recogió el pelo detrás de las orejas y se puso una gorra de visera. A continuación, sacó del coche una mochila llena de botellas de agua. Ella era la única a la que no le importaba cargar con una mochila, así que llevaba el agua de todas, lo que constituía un auténtico quemador de calorías. Desde que había adelgazado tanto, sus amigas habían intentado disuadirla de que llevara aquel peso, pero ella no accedió.
A veces Lali se preguntaba cómo podían sobrevivir las mujeres que no tenían amigas. Para ella, sus amigas eran las personas que nunca la defraudaban, a pesar de que, con frecuencia, la geografía las separaba haciendo que aquellas excursiones de los sábados por la mañana fueran escasas. Sasha vivía en Chicago y April en Los Ángeles, pero pasaba tanto tiempo como podía en el rancho de su familia, en Tennessee. Meg Koranda, la benjamina del grupo, estaba en otro de sus viajes. Ninguna de ellas sabía exactamente dónde.
Sasha las condujo hasta el inicio del sendero y refrenó su habitual paso supersónico para que Lali, quien normalmente iba a la cabeza del grupo, pudiera seguir la marcha.
—Cuéntanos qué ocurrió exactamente con Peter —preguntó Sasha.
—Sinceramente, Lali, ¿en qué estabas pensando? —preguntó April con el ceño fruncido.
—Fue un accidente. —Lali tiró hacia arriba de la mochila—. Al menos por mi parte. Y algo totalmente premeditado por la suya.
Lali les contó su plan de dejarse ver con hombres y luego explicó lo que había pasado en el Ivy. Evitó mencionar su propuesta de matrimonio a Gaston. No porque no confiara en ellas pues, a diferencia de Pablo, ellas nunca la traicionarían, sino porque no quería que sus mejores amigas supieran que era todavía más patética de lo que creían. Cuando llegaron a la cresta del acantilado que dominaba el cañón, a Lali le faltaba el aliento.
Los últimos restos del frío matutino se habían esfumado, y se veía la costa desde la bahía de Santa Mónica hasta Malibú. Se detuvieron para quitarse las chaquetas y atárselas a la cintura. Sasha sacó dos barritas de caramelo y le ofreció una a Lali intentando que pareciera un acto casual, pero Lali la rechazó.
—Ya he desayunado, de verdad.
—Sí, claro, una cucharada de yogur —comentó April.
—No, uno entero. Ya como más, en serio.
Ellas no le creyeron.
—Pues yo me muero de hambre —comentó Sasha.
Mientras ésta mordía su barrita de caramelo, ni Lali ni April hicieron ningún comentario acerca de que Sasha Holiday, la fundadora del centro de salud Holiday Healthy Eating, prefiriera comer un Milky Way a una pieza de fruta o una barra energética de las que comercializaba su centro. En privado, Sasha era una adicta a la comida basura, pero eso sólo lo sabían ellas. Además, no se le notaba en el cuerpo.
Sasha guardó el envoltorio debajo de su camiseta blanca y elástica, donde formó un bulto.
—Reflexionemos sobre este asunto. Quizá no sea tan mala idea que te veas con Peter. Lo que está claro es que llamará la atención de todo el mundo y evitará que hablen de Pablo y Santa Mery. —Dio otro mordisco a la barrita—. Además, Peter Lanzani sigue siendo el tío malo más atractivo de la ciudad.
Lali odiaba oír nada que fuera siquiera remotamente halagador acerca de Peter.
—Pues en las taquillas no resulta nada atractivo —contestó—. Además, tuve suerte de que su camello no se presentara mientras comíamos.
Sasha sujetó la barrita con los dientes y se colocó detrás de Lali para abrir la mochila y sacar las botellas de agua.
—Gas me ha contado que hace años que Peter no se droga.
—Gas es muy crédulo. —Lali abrió su botella—. No hablemos más de Peter, ¿de acuerdo? No permitiré que me estropee la mañana. —Ya le había estropeado bastantes cosas, pensó.
Anduvieron los siguientes cuatro kilómetros por un cortafuegos que transcurría entre plátanos, robles y laureles. Lali disfrutó de la sensación de privacidad. Llegaron al cauce de un arroyo y Sasha realizó unos estiramientos.
—Tengo una idea fantástica. ¡Vayamos a Las Vegas el próximo fin de semana!
April se arrodilló cerca del agua.
—Esa ciudad no es buena para mí. Además, Jack y yo tenemos planes.
Sasha dio un respingo.
—¡Sí, planes desnudos!
April sonrió ampliamente y Lali también, aunque sintió una dolorosa y familiar punzada de traición. Hubo un tiempo en que ella se había sentido tan segura del amor de Pablo como April lo estaba del de Jack Patriot. Después, Pablo conoció a Mery Del Cerro y todo cambió.
Pablo y Mery rodaron una película juntos en Ecuador. Pablo interpretaba a un apuesto mercenario y Mery a una fanática de la arqueología, algo difícil de creer, sobre todo teniendo en cuenta su exótica belleza. Durante sus llamadas telefónicas, Pablo le contó a Lali que Mery estaba tan absorta en su trabajo como voluntaria profesional que apenas confraternizaba con los miembros del equipo, y que se pasaba tanto tiempo al teléfono abogando por sus causas benéficas que no siempre memorizaba sus textos.
Sin embargo, de una forma gradual, Pablo dejó de realizar comentarios acerca de Mery, y Lali no se dio cuenta.
Ésta se volvió hacia Sasha.
—Una escapada a Las Vegas me parece estupendo, cuenta conmigo.
Se imaginó las fotografías de Lali Esposito y su guapa amiga pasándoselo de miedo en la Ciudad del Pecado. Si durante los meses siguientes a la escapada a Las Vegas se dejaba ver con varios hombres, como era su idea original, quizá los artículos sobre «El corazón irremediablemente roto de Lali» por fin dejarían paso a «Las noches locas de Lali».
Sasha empezó a cantar Girls Just Want to Have Fun, y Lali bailó un poco. Era una buena idea. ¡Una idea buenísima! Exactamente lo que ella necesitaba.

Continuará...

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Como ayer no publiqué ahí tienen 2 capítulos!!!
Si alguien me recomienda en su blog o twitter se lo agredería MUCHÍSIMO
Besos y abrazos ♥
@getcrazywithlip


 
 


2 comentarios:

  1. Me encanto dos cap!!!
    Gracias por subir
    Beso

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  2. gracias por los dos capitulos Paloma! esta buenisimo un beso!!

    @cf_planzani_cat

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