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sábado, 13 de julio de 2013

Capítulo 9







Lali sonrió y firmó autógrafos sin dejar de buscar a Peter con el rabillo del ojo.

Al final, él salió de la cabina. Vestía unos pantalones cortos arrugados y un polo de tono tostado. Llevaba a una mujer de cada brazo y una copa en la mano, y un cigarrillo colgaba de sus labios. Lali lo quería tanto que verlo le dolió.

Apareció la luna y la fiesta se desmadró. Era exactamente el tipo de fiesta del que su padre siempre la había mantenido alejada. Una de las mujeres se quitó el sostén del bikini. Los hombres silbaron. Otras dos mujeres empezaron a besarse. A Lali no le habría importado que se besaran si fueran lesbianas, pero no lo eran, y la idea de que dos mujeres se besuquearan sólo para ofrecer un espectáculo a los hombres le desagradó. Cuando empezaron a acariciarse los pechos la una a la otra, Lali se dirigió al salón del yate, donde media docena de invitados merodeaban por el bar o estaban repantigados en un sofá semicircular de piel blanca.

El conducto del aire acondicionado envió una ráfaga de aire frío a los tobillos de Lali. ¡Había puesto tantas esperanzas en aquella noche!, pero Peter ni siquiera le había dirigido la palabra. Los silbidos de la cubierta arreciaban. Ella no pertenecía a aquel ambiente. No pertenecía a ningún lugar que no fuera hacer muecas delante de una cámara.

Se abrió la puerta y Peter bajó los escalones con toda tranquilidad, solo. La esperanza de que la hubiera seguido hasta allí creció cuando él se sentó en una silla de diseño no lejos de ella y la miró de arriba abajo. La combinación de su corte de pelo pijo a lo Thiago, su barba castaña de varios días y un tatuaje nuevo que rodeaba su delgado bíceps justo por debajo de la manga de su polo la conmovió. Peter deslizó una pierna por encima del reposabrazos de la silla y bebió de su copa sin dejar de mirarla.

Lali intentó pensar en algo inteligente que decir.

—Una fiesta estupenda.

Él le lanzó su habitual mirada de aburrimiento, encendió otro cigarrillo y la miró con los ojos entornados a través del humo.

—Tú no estabas invitada.

—De todos modos, he venido.

—Lo que significa que papá está fuera de la ciudad.

—Yo no hago todo lo que mi padre me dice.

—Pues a mí me parece que sí.

Lali se encogió de hombros e intentó parecer enrollada. Peter dejó caer la ceniza en la alfombra. Ella no sabía qué había hecho para desagradarle, salvo que le pagaran mejor, pero eso no era culpa suya.

Peter señaló hacia la cubierta del yate con su copa.

—¿La fiesta se está desmadrando demasiado para ti?

Ella quiso decirle que ver a unas mujeres degradándose le deprimía, pero él ya creía que era una mojigata sin necesidad de que expresara esa opinión.

—En absoluto.

—No te creo.

—Tú no me conoces. Sólo crees que me conoces.

Intentó que su voz resultara misteriosa, y quizá funcionó, porque Peter deslizó la mirada por su cuerpo de una forma que le hizo sentir que por fin la estaba viendo de verdad.

Sus tirabuzones anaranjados se habían encrespado a causa de la humedad, pero su maquillaje estaba en buen estado. Se había puesto sombra color bronce en los ojos y pintalabios neutro para disimular el tamaño de su boca. El vestido sin espalda de piel de leopardo no era para nada del estilo de Marianella Rinaldi y Lali había acentuado sus diferencias con el personaje introduciendo unas almohadillas de relleno en el sujetador, pero cuando Peter fijó la mirada en sus pechos, ella tuvo la sensación de que él sabía que eran falsos.

Él dejó escapar entre los labios un fino hilo de humo.

—Apuesto a que todavía eres virgen.

Lali miró hacia el techo.

—Tengo dieciocho años. Hace ya un par de años que no soy virgen. —Su corazón empezó a latir con fuerza a causa de la mentira.

—Si tú lo dices…

—Él era bastante mayor que yo. Si te dijera su nombre, sabrías quién es, pero no te lo diré.

—Mientes.

—Tenía una especie de trauma con las mujeres que tienen poder. Por eso, a la larga, tuve que romper con él. —Le encantaba parecer una mujer de mundo, pero la sonrisa burlona de Peter no resultaba muy reconfortante.

—Tu padre jamás permitiría que se te acercara un hombre mayor. Nunca te pierde de vista.

—Esta noche estoy aquí, ¿no?

—Sí, supongo que sí. —Peter vació su copa, aplastó el cigarrillo y se levantó—. Entonces, vamos.

Ella lo miró mientras su confianza la abandonaba.

—¿Adónde?

Él sacudió la cabeza en dirección a una puerta que tenía un ancla encastada en la madera.

—Ahí dentro.

Ella lo miró con vacilación.

—Yo no…

—Entonces olvídalo. —Peter se encogió de hombros y empezó a darse la vuelta.

—¡No! Iré.

Y fue. Así, sin más. Sin pedirle nada lo siguió al interior del camarote.

Una pareja medio desnuda estaba tumbada en el camastro doble. Levantaron la cabeza para ver quién entraba sin llamar.

—Fuera —dijo Peter.

Ellos se levantaron sin rechistar.

Lali debería haberse ido con ellos, pero se quedó allí de pie, con su vestido de leopardo, sus sandalias de plataforma y sus tirabuzones color zanahoria. Contempló cómo la puerta se cerraba tras ellos. No le preguntó a Peter por qué sentía aquel repentino interés por ella. No se preguntó a sí misma hasta qué punto se valoraba para plegarse a sus deseos de aquella forma. Simplemente se quedó allí de pie y dejó que él la presionara contra la puerta.

Peter apoyó las manos a ambos lados de la cabeza de Lali. Deslizó los pulgares entre su pelo y se le engancharon en un tirabuzón. Lali hizo una mueca de dolor. Él inclinó la cabeza y la besó con la boca abierta. Sabía a humo y alcohol. Ella le devolvió el beso con todo su ser. La barba incipiente le escoció en la mejilla. Los dientes de Peter chocaron contra los suyos. Eso era lo que Lali quería, que él la viera como una mujer en lugar de una niña que tuviera que rescatar de aprietos de guión.

Peter cogió el borde inferior de su vestido y tiró hacia arriba. Lali llevaba puestas unas braguitas finas y la cremallera de los vaqueros de él le arañó el estómago. Peter iba demasiado deprisa y ella quería pedirle que fuera más despacio. Si hubiera sido cualquier otra persona, lo habría apartado de un empujón y le habría pedido que la acompañara a casa. Pero aquél era Peter y su casa estaba a medio continente de distancia, así que le permitió deslizar los dedos en el interior de sus bragas y tocarla a su gusto.

Antes de que se diera cuenta, Peter le había quitado las bragas y la había llevado hasta el camastro.

—Túmbate —dijo él.

Ella se sentó en el borde del camastro. Notó la vibración de los motores y se dijo que aquello era lo que anhelaba desde hacía mucho tiempo. Peter sacó un preservativo del bolsillo del pantalón. Iba a suceder de verdad.

A pesar del aire acondicionado, la piel de Lali estaba perlada de sudor por el nerviosismo que la embargaba. Vio que Peter se quitaba los vaqueros e intentó no mirar su pene, pero estaba completamente erecto y no pudo apartar la mirada. Él se quitó el polo revelando un torso huesudo con algo de fino vello rubio. Mientras se ponía el condón, Lali contempló el techo del camarote.

El camastro era alto y a Peter no le costó deslizar las caderas de Lali hasta el borde. Ella se apoyó en los codos y la falda de su vestido quedó arrugada debajo de su cintura. Peter colocó las manos debajo de sus rodillas, le separó las piernas y se colocó entre ellas. Él la miró con resuelta avidez. Ella estaba abierta e indefensa. Nunca se había sentido tan vulnerable.

Peter deslizó las manos por la parte posterior de sus muslos hasta sus caderas y las inclinó hacia arriba. Lali notó cómo su propio peso quedaba cargado sobre sus codos. La incómoda posición hizo que le doliera el cuello. Sintió el olor a látex de la goma y el olor que despedía Peter: a cerveza, tabaco y un toque del perfume de otra mujer. Él le hincó los dedos en el trasero y la penetró. A ella le dolió y gesticuló. En ese momento el yate dio un bandazo empujando el pene de Peter más adentro de Lali. Cuando empezó a embestirla, Lali se dio golpes en la cabeza contra el tabique del camarote. Torció la cabeza a un lado, pero no le sirvió de nada. Peter la penetró hasta el fondo. Una y otra vez. Ella contempló los pómulos perfectamente simétricos de su pálida cara y las sombras diamantinas que se recortaban en sus mejillas. Al final, Peter empezó a experimentar sacudidas.

Los codos de Lali cedieron y se derrumbó sobre el colchón. Unos minutos más tarde, Peter sacó su miembro y dejó caer sus piernas. Estaban tan agarrotadas, que a Lali le costó juntarlas. Él entró en el diminuto lavabo del camarote. Ella se bajó el vestido y se dijo que aquello todavía podía acabar bien. Ahora él tendría que verla de otra manera. Hablarían. Pasarían tiempo juntos.

Se mordió el labio y consiguió sostenerse sobre sus temblorosas piernas. Peter salió del lavabo y encendió un cigarrillo.

—Hasta luego —dijo.

Entonces todas las fantasías que Lali había albergado se derrumbaron y por fin lo vio tal como era: un bruto egoísta, gilipollas y egocéntrico. Y también se vio a sí misma: una mujer necesitada y estúpida. La vergüenza hizo que cayera de rodillas y el autodesprecio la laceró. No sabía nada de las personas ni de la vida. Lo único que sabía era hacer muecas estúpidas delante de una cámara.

Quería venganza. Quería apuñalarlo. Torturarlo, matarlo y hacerle daño como él se lo había hecho a ella. ¿Cómo podía haber creído que estaba enamorada de él?

La siguiente temporada fue horrible. Salvo cuando estaban rodando, Lali se comportó como si Peter fuera invisible. Irónicamente, la desagradable tensión que ella experimentaba provocó que hubiera entre ellos una potente química en la pantalla y los índices de audiencia subieron. Lali intentaba estar siempre rodeada de sus amigos de reparto, del equipo o estudiando en el camerino, cualquier cosa con tal de evitarlo a él o a los impresentables amigos de su infancia que merodeaban por el plató. El odio que experimentaba se cristalizó en una sólida armadura de protección.

Una temporada siguió a la otra y, cuando llevaban seis años en el aire, los excesos de Peter empezaron a hacer mella en los índices de audiencia. Fiestas con ríos de alcohol, conducción temeraria, rumores de drogadicción… Las fans del bueno de Thiago Bedoya Agüero no estaban contentas, pero Peter ignoró las advertencias de los productores. Cuando la cinta de sexo salió a la luz, al final de la octava temporada, todo se vino abajo.

Para ser una cinta de sexo, era bastante discreta, pero no tanto como para ocultar lo que estaba ocurriendo. La prensa se volvió loca. Ningún tipo de información manipulada pudo reparar los daños. Los mandamases decidieron que ya tenían bastante de los escándalos de Peter Lanzani. Thiago y Marianella se cancelaba.
Y la puerta del camarote se cerró tras él.

Continuará...

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Lo siento pero ayer me quedé a dormir en casa de una amiga y bue, no pude subir!!

Tengo algo que contar, el miércoles me voy a la playa a visitar a mi novio y durante una semana estará subiendo novela una amiga asique tenedle paciencia jajajaja

Y sí, Peter es un HDP!!

Besos y abrazos ♥

@getcrazywithlip


3 comentarios:

  1. I neeeeeeeeed moooooooooooooooooooooore!

    ¡Diviertete!

    Y Peter es un hsp!

    Espero más

    Un Beso.

    @LittleKitKat_

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  2. Ay no me gusta para nada éste Peter Lanzani! Jaja más novela :)

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  3. Lali es tarada o que le pasa? y Peter? de que coño va? igual me gusta la novela, es diferente de las que leo y aunque mataría a Peter y Lali por lo que hizo, me encanta! igual me perdí un poco al final, con otra temporada, 6 años, 8 años jejej aquí me perdí un poquito un beso espero mas heeee @cf_planzani_cat

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